Hay lombrices de tierra y de estiércol. Las segundas pertenecen a una variedad procedente de California y se caracterizan por su color rojo. Fernando Jiménez las cría en una finca de Sant Josep y fabrica un abono orgánico apropiado para cualquier tipo de plantas. Durante ocho meses comen el estiércol que transforman por un proceso natural en humus. Un proceso que desde que apareció la técnica del compostaje puede comenzar a extinguirse porque es mucho más laborioso. Se trata de la lombricultura.
«Compré hace 16 años lombrices de estiércol en Valencia y desde entonces me dedico a la fabricación de humus a partir de un proceso que necesita de una serie de cuidados que comienzan por la fermentación del estiércol. Después, y una vez que éste ha perdido el grado de acidez necesario para que las lombrices lo puedan comer, está todo perfecto para que se genere el abono». Fernando Jiménez aclara que si bien el compostaje no ha venido a sustituir a esta técnica, sí que necesita menos atención. «No hay que hacer un proceso de fermentación previo, el compostaje se traduce en un sustrato que es ideal para desarrollar cualquier tipo de raíces; lo que fabrican las lombrices es abono. Pero se emplea últimamente más el compost que las lombrices de estiércol».
Antes de dedicarse también al compostaje, el criador de lombrices contaba con más espacio para que siguieran su alimentación. «Las tenía en una especie de macetas alargadas repartidas por toda la finca; ahora coloco un montón grande de estiércol que se va humedeciendo por un sistema de riego por goteo y dejo que las lombrices vayan comiendo. Los rastros que dejan por el camino que recorren es el resultado deseado: el abono orgánico».
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