Un buen día un cliente le despertó las ganas de restaurar las joyas que han marcado la historia de las dos ruedas. Fotos: MARGA FERRER

Guillem Planells heredó la tradición peluquera de su padre hace 42 años. Desde entonces, por la barbería que heredó en la calle San Jaime de Santa Eulària han pasado multitud de clientes a cortarse el pelo o a afeitarse, aunque sólo uno le despertó una de las inquietudes de su infancia: las motos.

Hace 18 años acudió a cortarse el cabello un hombre de Sant Carles. Fruto de la conversación Guillem se enteró que su cliente quería desprenderse de una New Imperial del año 1927. «A mí me habían gustado las motos desde que era pequeño y cuando pude, a los 18 años, tuve la primera: una Montesa Brio de 125 cc. Ese día le compré la New Imperial a mi cliente por 5.000 pesetas y me empeñé en dejarla como nueva en la trastienda de la peluquería. Así nació mi hobby por la restauración de motos». Tardó quince largos años en conseguir su propósito, ya que «fue muy difícil encontrar las piezas. Me enteré de que existía un club de motos antiguas en Eivissa, me afilié y me puse después en contacto con uno similar en Inglaterra, donde pude conseguir las últimas piezas».

El taller fue creciendo y Guillem Planells aprovechaba el rato en que no había clientes para meterse a restaurar más motocicletas en su tienda. «Lo más difícil de esta tarea es la pintura, no tengo mucho sitio y por eso dejo que ese papel lo cumpla un especialista. Las piezas ahora las consigo más fácilmente por pertenecer al Club de Moto Clàssica d'Eivissa i Formentera. Entre todos tenemos cerca de 300 motos, siete de las cuales han sido restauradas por mí». Cuando empezó Guillem a cortar el pelo el servicio costaba 50 pesetas, su afición la tenía en secreto y la trastienda sólo contaba con productos de peluquería. De eso ya nadie se acuerda.