En noviembre de 2000 la crisis de las 'vacas locas' provocó una oleada de pánico entre los consumidores. Esta psicosis también se vivió en las Pitiüses, donde los carniceros tuvieron que retirar de sus vitrinas los productos cárnicos derivados de la ternera. Nadie quería comprar ni un gramo de filetes, carne para estofar o solomillos. Los restaurantes sufrieron las consecuencias y se plantearon el incluir en sus cartas manjares como el chuletón, dado que una corriente de opinión situó a esta parte de la ternera en un lugar peligroso para la salud.

Los efectos de la EEB -encefalopatía espongiforme bovina- se notaron también en la granja de Santa Gertrudis y en el matadero, que no dejó de sacrificar las reses ante la escasez de demanda en el sector. Un año después ya casi nadie se acuerda de la crisis y la venta de carne bovina ha recuperado las cifras alcanzadas antes de los casos multiplicados de 'vacas locas' en España. Ultima Hora Ibiza y Formentera ha querido comprobar cómo fueron capaces de superar algo tan alarmante los sectores implicados y qué ha cambiado en sus vidas. Son las consecuencias de una crisis olvidada 365 días después.

Una sigla nueva ha tenido que ser asumida en el matadero de Eivissa desde hace un año. Los MER (Material Específico de Riesgo) corresponden desde la crisis a las partes de la vaca que pueden llegar a ser peligrosas para la salud humana. Desde entonces, los encargados del sacrificio de las reses deben congelarlos y encargarse del traslado de los mismos hasta plantas de incineración para que los hagan desaparecer. «Esta fue la primera consecuencia de la crisis y a la vez un requisito de obligado cumplimiento que ha permitido después superar el tema de las 'vacas locas'. Para nosotros fue un problema porque no teníamos los elementos necesarios parea congelar la cantidad de restos que generábamos. El Consell nos dio inmediatamente unos arcones como medida urgente y ahora estamos a la espera de que el Govern nos conceda la subvención para pagar la cámara que va a sustituir a los 14 congeladores pequeños, que empezaban a ser un estorbo». Félix Dafauce, secretario-interventor del matadero, explica la primera consecuencia de la crisis.

Un año después, el lugar del sacrificio también debe tener en cuenta cuáles son las reses mayores de doce meses, ya que se tienen que aislar del resto de carnes en una cámara aparte y esperar a que los análisis realizados en Madrid y en Palma den negativo. «Aunque generalmente matamos terneras menores de un año, ya que a partir de esa fecha la carne pierde calidad. Así evitamos también que la crisis nos afecte. Antes de que se produjese en noviembre pasado sacrificábamos igualmente reses jóvenes».