Ketty Montero, profesora de Francés y escritora residente en Eivissa, partió el pasado 12 de julio con una amiga a Madagascar (isla situada en el sureste de Àfrica). Su intención: disfrutar, como cada año, de un viaje de aventura. El regreso lo efectuó el pasado 29 de agosto. Lo que un principio iba a ser una apacible experiencia en un entorno paradisíaco se tornó en desfavorable por algunos momentos incómodos que hicieron, incluso, peligrar la integridad física de las dos viajeras. La profesora ha querido contar Ultima Hora Ibiza y Formentera las claves de un viaje apasionante, como si de un guión de película se tratara, a una isla desconocida con unas costumbres y unos medios muy austeros.
«Madagascar es un país difícil para el viajero independiente. Esa es la primera conclusión que saco de mi experiencia allí. Cuenta con medios de transporte deficientes. Los más utilizados son los denominados taxi-brousse o camion-brousse (de maleza o selva). La velocidad media que alcanzan es de unos 10 kilómetros por hora por unos terrenos casi impracticables». Con esta presentación, la implicada en una aventura improvisada comenzaba a dejar entrever las dificultades por las que atravesó en aquel territorio.
«Mi amiga y yo nos propusimos nada más llegar bajar el río Chiribina en piragua. En la capital (Antananariva) nos pedían 2 millones de francos malgaches (unas 60.000 pesetas); en la siguiente ciudad conseguimos que nos lo dejaran en la mitad, hasta que negociamos y lo hicimos por unas 5.000 pesetas. Esta fue la primera experiencia arriesgada. La piragua era muy primitiva y estuvimos un día entero sobre un tablón fino. Después dormimos en unas tiendas sin colchones y rodeadas de muchas aves, tortugas, cocodrilos...».
Ketty Montero asegura que ante viajes como este todo son imprevistos, nunca se puede planificar un día porque siempre surgen cosas que se escapan a la imaginación. «Nunca sabes cuántas cosas te esperan. Los camion-brousse no salen hasta que no están llenos hasta la bandera y para recorrer 50 kilómetros pueden tardar un día entero. Muchos viajan a Madagascar por sus parques, que tienen mucha fama. Pero no es oro todo lo que reluce. Hay muchas especies endémicas, pero los parques están sobrevalorados. Isalo está situado en el centro y es muy bonito, pero pegan unas clavadas de espanto. La entrada cuesta 1.500 pesetas y vale para tres días. El problema es que el guía te cobra otro tanto por cada parada y todo lo haces andando. Son unos precios abusivos. Es una trampa para el turista».
La implicada en la aventura describe otro de los rincones que visitó, donde de nuevo se llevó otro susto: «Ste.Marie es la isla de los piratas. Es muy primitiva y tiene unas playas espléndidas, que no tienen nada que ver con las de Eivissa porque estamos hablando del océano Índico, donde te puedes bañar en pocos sitios por las corrientes y los tiburones. También es una zona de migración de ballenas. Es impresionante verlas saltar, es uno de los principales atractivos. Todo muy bonito, pero al volver a Madagascar casi naufragamos. Y es que en el mes de junio ya lo hicieron dos embarcaciones. Por eso la gente prefiere coger un pequeño avión, parece que es más seguro, aunque la pista del aeropuerto de Ste.Marie coincide con su carretera y coinciden vuelos con carros, viandantes...».
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