Poco podían imaginar el dibujante William S. Harley y el modelista Arthur Davidson en 1903 lo que su primer modelo de motocicleta en el que también tuvo que ver el dibujante alemán Emil Kruger iba a provocar casi un siglo después. Estos jóvenes emprendedores de Milwaukee (EE.UU.) inventaron un estilo de motos legendarias que con el paso del tiempo han creado un auténtico movimiento a nivel planetario con la organización de diferentes eventos similares al que esta semana se celebra en Eivissa.

Su marca se ha convertido en todo un símbolo de un modo y filosofía de vida cuya base es la libertad y la amistad, siempre a lomos de motos únicas en las que sus propietarios se han gastado auténticas fortunas, tanto en su adquisición y embellecimiento como en su mantenimiento.

Un paseo por cualquiera de los concesionarios oficiales Harley-Davidson puede dar una mediana idea a los no iniciados de los altos costes de esta adición al asfalto sobre dos ruedas. La Harley de serie más sencilla cuesta alrededor del 1'4 millones de pesetas y la más completa 8'5. A partir de ahí las posibilidades de poner en práctica el custom, término anglosajón que significa hecho por uno mismo, son infinitas y múltiples dependiendo de los gustos de cada cual.

Llantas de hasta un millón de pesetas, espejos y manillares hechos a medida, neumáticos de ancho especial, alforjas de cuero para el equipaje y un sinfín de accesorios hacen de cada Harley un auténtico museo andante en el que la estética obliga a elegir el color negro y los cromados siempre brillantes. El traje más sencillo formado por pantalón, chaqueta, guantes, botas y casco asciende, como mínimo, a 200.000 pesetas.