Agosto es sagrado para muchos, incluso en unas Islas en las que todo está a reventar y se acumulan, en estas fechas, muchos de los problemas que se intentan solucionar a lo largo del invierno. Quizá sea precisamente por eso por lo que muchos de nuestros políticos y representantes de diferentes colectivos aprovechan para hacer un parón y cogerse unos días de respiro. La mayoría, según hemos ido sabiendo a golpe de pregunta indiscreta, prefieren la compañía de la familia, los viajes cortos y, en muchos casos, ni siquiera abandonar Balears no sea que una urgencia (léase huelga del algún sector turístico o similiar) les haga volver corriendo al puesto.

Por ejemplo, el presidente del Govern balear, Francesc Antich, se toma unos días del mes de agosto para atrincherarse en su finca de Algaida e intentar desconectar. Su conseller de Turisme, Celestí Alomar, sin embargo, se ha decantado por las tierras navarras, donde está descubriendo todos los secretos del turismo rural. También ha decidido irse de las Islas la consellera de Benestar Social, Fernanda Caro, que confesó tomarse once días para visitar a unos amigos e instalarse en el Pirineo catalán con ellos.

Un poco menos aventurero es el resto del Govern. El vicepresidente, Pere Sampol, descansa en su casa de Montuïri y se dedica a la lectura y los paseos; el conseller de Treball, Eberhard Grosske, también se queda en Mallorca y, por lo visto, disfruta del mar todo lo que puede. Algo parecido, y lo más tranquilo posible, hacen la titular de Medi Ambient, Margalida Rosselló, o el de Presidència, Antoni Garcías.