Tigres, leones, yaks, camellos, cerdos de la China, elefantes, cebras y con ellos, sus domadores, trapecistas, payasos y acróbatas, visitan Eivissa por sexta vez con el circo Williams que presenta su nuevo espectáculo lleno de sorpresas y ejercicios arriesgados. Eduardo Raluy, dueño del circo desde hace 20 años, explica cómo transcurre la vida dentro de «este pueblecito» como él lo denomina.
El encargado cuenta que el circo ha evolucionado mucho en cuestión de medios como el agua corriente, electricidad y estructura de la carpa, pero «la esencia sigue siendo la misma porque es lo que la gente viene a ver». En las dos horas que dura la función todos los números que lo forman son importantes y además Eduardo expresó que «no me gusta hablar de estrellas». Sin embargo, son los animales y los payasos los que no pueden faltar. El circo tiene dos funciones diarias antes de las cuales los domadores dan un paseo a Bully, una elefanta africana para llamar la atención de los paseantes y para que visiten el espectáculo.
Eduardo que, antes de dirigir el circo fue trapecista, confiesa que su vida siempre ha sido el circo «ya escuchaba el sonido de la función en el vientre de mi madre; el público, el olor de los animales y los niños gritando forman parte de mí». En su circo no permite que se maltrate a los animales , ni contrata a niños para que actúen porque afirma que «un niño con una sonrisa falsa es como un animal con el rabo entre las piernas».
Tras los entrenamientos y los preparativos comienza la gran función. El show de los tigres y leones de Marcel y Rita, a continuación la trapecista Adina y los acróbatas con el número de las marionetas y seguidamente, se presentan los animales exóticos. Los payasos provocan la risa de los espectadores y se despiden de todos los asistentes que regresan de un lugar de fantasía al mundo real.
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