La recepcionista del hotel no para ni un minuto. De aquí para allá
con los clientes la mujer trata de que la jornada de huelga del
transporte discrecional afecte lo mínimo posible a los turistas.
Aprovecha que llega un taxi que traslada a dos mujeres al hotel
situado en Cala Llonga para que el conductor, previo pago, lleve a
una pareja de alemanes al aeropuerto. En cuestión de segundos se
alcanza un acuerdo con el taxista y sus dos clientes se montan en
el coche. Suspira aliviada. «Es que vamos de cráneo», dice.
El rostro de Nely Blengino, una de las dos argentinas, denota
cansancio. Deja las dos maletas en la recepción mientras formaliza
los trámites y recuerda su experiencia, horas antes, en el
aeropuerto de Eivissa: «Había una cola tremenda para coger un taxi
y, encima, llevamos toda la mañana dando vueltas». Sin embargo,
quieren olvidar cuanto antes lo ocurrido. «Queremos superar esto e
ir a la playa porque si no te vuelves loca. Esto es increíble»,
afirma. Sin embargo, este caos no le es ajeno. «Allá en Buenos
Aires estamos acostumbrados a todo esto por la huelga de Aerolíneas
Argentinas», afirma. A escasos kilómetros del hotel, un turista
alemán hace dedo para desplazarse al aeropuerto, cansado de esperar
un taxi. En otros hoteles de Eivissa se las han ingeniado con los
vehículos públicos y coches de alquiler para trasladar a los
turistas al aeropuerto. El problema lo tiene algún hotel, como uno
en Port des Torrent, cuando los turistas avisan a un taxi para
visitar la zona, ya que no hacen servicios salvo al aeropuerto.
«Para ir a Sant Antoni se tienen que ir andando una hora», afirman
desde el hotel.
A quince kilómetros de distancia, ya en el aeropuerto, los
turistas se agolpan en las puertas de la terminal e invaden el
césped. Los pasajeros esperan un promedio de cuatro horas hasta que
logran coger un taxi. Los turoperadores facilitan hasta botellas de
agua para aliviar el calor. Cruz Roja también reparte botellines y,
además, gorras para protegerse del sol y bronceadores para los
niños. Para ellos se habilitó ayer una zona de juegos en el
aeropuerto. El calor aprieta a las dos del mediodía y las
sombrillas no son suficientes para protegerse. El aparcamiento,
saturado y las colas para coger un taxi siguen acaparando toda la
atención. El paro continúa y los aviones van llegando cargados de
turistas.
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