Al llegar a la capilla, los asistentes rodearon al sacerdote para rezar unas oraciones.

Cuenta la leyenda que un 3 de mayo como el de ayer a un leñador se le apareció el diablo en Santa Eulària mientras acometía su labor en el monte. Como superó el trance con éxito se comprometió a construir una capilla en aquel lugar para evitar que el maligno regresara. Se trata de Sa Creu d'en Ribes, desde entonces destino obligado para los romeros que acuden cada año a poner una vela a las imágenes religiosas en señal de agradecimiento.

Los más mayores partieron hacia el destino con antelación, para disfrutar del trayecto sin las prisas de tener que llegar con el resto de la gente. A la cita fueron personas procedentes de Santa Gertrudis, Eivissa, Sant Antoni o Sant Jordi. Para José María, de Sant Antoni, esta era la primera vez que acudía a la romería. Su mujer ya había estado el año pasado y le despertó la curiosidad porque se lo pasó muy bien. Para otros, como Vicent, de Santa Gertrudis, era el decimoquinto año consecutivo que venía a Sa Creu d'en Ribes: «Me gusta todo, especialmente el ambiente, que es muy sano», apuntaba.

La ascensión se produjo de manera escalonada, como si de una etapa del Tour de Francia se tratara. Pero eran los pies y no los pedales los que impulsaron a los romeros hacia su destino. Para amenizar el trayecto, algunos componentes del Grup Es Broll interpretaron notas folklóricas que imprimieron al ambiente el carácter festivo que lo identificaba como romería. Bocadillos, fruta, refrescos... todo sería útil para reponer las fuerzas una vez terminada la ascensión.

En la cima el sacerdote, ataviado de paisano, invitó a los romeros a recitar unas oraciones. Antes de concluir, señaló: «Es importante que cuidemos las tradiciones porque son nuestra identidad como pueblo y hay que compartirlas para que no desaparezcan».