Mucho antes de que Eivissa se empezara a desarrollar y que la chimenea de Gesa fuera un elemento más del paisaje que se vislumbra en la ciudad los hermanos Francisco y Antonio Martínez vivían en esta casa. De eso hace ya 30 años cuando dejaron su casa de un pueblo de Granada.

Con el paso de los años, siguen pagando un alquiler mensual de 3.500 pesetas, pero las inmediaciones de la casa han sido «invadidas» por los depósitos de CLH, justo en la parte trasera, la compañía eléctrica Gesa y una lavandería ubicada a la izquierda. «Nos han dejado encerrados», confiesa Francisco, que se ha instalado junto a su mujer en Eivissa, pero que acude cada día a la casa, mientras su hermano trabaja en el sector de la construcción y se ausenta del hogar. No presenta ninguna duda a la hora de mostrar la vivienda. La humedad se aprecia claramente en las paredes. A su juicio, se debe «a las tuberías de Gesa, se filtra todo el salitre y hay mucha humedad», sostiene Francisco, un hombre ya jubilado por la enfermedad.

La parte baja del inmueble, donde guardan los enseres, está inhabitable. Cuando arrecian las lluvias, la casa se inunda porque al desviar un torrente próximo el cauce se dirige a la casa. «En las últimas lluvias se inundó todo, el agua llegó hasta los 70 centímetros de altura en la pared», asegura. Plantaron un huerto cuando se instalaron en la casa, pero ahora sólo hay escombros porque las lluvias lo inundan todo. También tenían animales, pero decidieron dejar esta tarea después de sufrir varios robos en repetidas ocasiones. Atrapados por el desarrollo, su único lamento es que «la casa estaba antes que Campsa». Pese a este panorama, aseguran que no tienen la intención de abandonar la casa. «¿De dónde vamos a sacar los tres millones de pesetas para la entrada de un piso», se pregunta Francisco, jubilado por motivos de salud.