Las condiciones meteorológicas que se vivieron ayer en las Pitiüses marcaron la celebración del día grande de fiestas en la localidad de Sant Rafel. La jornada se caracterizó por las anécdotas. Lo que en un principio se presumía que se convertiría en una tradicional celebración festiva, se transformó en un cúmulo de situaciones improvisadas.

Ni la Policía Local, que ayer vistió su uniforme de gala, ni las autoridades del lugar sabían cómo iban a actuar ante las fuertes lluvias que cayeron. En el transcurso de la misa de fiesta el agua comenzó a caer de manera abundante. Todo apuntaba a que el escenario que se había instalado para el baile tradicional no se podría utilizar. Como la situación no cambió, sino que fue a peor, las autoridades decidieron improvisar los actos en la iglesia.

Era paradójico comprobar el contraste que se produjo en el recinto religioso. De la solemnidad de la misa se pasó en cuestión de minutos a la alegría producida por el baile tradicional payés. La gente ocupó los bancos de la iglesia cual graderíos para contemplar el espectáculo. Eso sí, con el apoyo gastronómico de siempre. Hubo bunyols y orelletes para todos los asistentes. Mientras, los niños se divertían chapoteando con los charcos que se habían generado fuera, aunque de vez en cuando entraban en la iglesia para recoger manjares. Un día que no pasará al olvido, tanto por la fiesta como por la anécdota.