Quizá, cuando aparcamos las motocicletas encima de la acera, o los automóviles en un paso de cebra, no somos conscientes de la jugada que estamos haciendo a las personas invidentes. Para ellas, un coche estacionado fuera de lugar, un toldo demasiado bajo o un contenedor de basura en medio del paseo, se convierte en un peligro, que dificulta todavía más su tránsito por la ciudad. Este periódico salió ayer a la calle para pasear con la directora de la ONCE en las Pitiüses, Mari Carmen Soler, quien sufre ceguera casi total desde su nacimiento. En poco más de 500 metros quedó demostrado que, para una persona invidente, caminar sola por la ciudad es mucho más que una aventura.
«Cuando salimos a la calle solemos acabar con algún golpe debido a los pivotes que colocan para prohibir los aparcamientos a las motocicletas mal aparcadas», comenta. La ONCE cuenta en las Pitiüses con 139 afiliados, de los cuales nueve sufren ceguera total. El resto padece problemas de visión o de movilidad, por lo que tampoco resulta demasiado fácil esquivar algunos de los baches que aparecen.
El peor obstáculo con el que se pueden encontrar los invidentes en una ciudad es, como explica Mari Carmen, los toldos demasiado bajos que poseen algunos establecimientos. La razón es bien clara: «Los baches y las motos las solemos esquivar gracias a que las notamos con el bastón. Sin embargo, los toldos cuelgan de arriba, con lo que el golpe es irremediable», explica.
Las instituciones, con el mobiliario urbano que colocan en las ciudades, tampoco contribuyen demasiado a facilitarles el tránsito. Por poner un ejemplo, Mari Carmen señala los pivotes de hierro que cierran el paso a los automóviles se convierten en todo un peligro para ellos. «Además, no sirven de nada, porque después los coches siguen aparcando donde quieren», comenta la responsable de la ONCE. Precisamente, los vehículos que invaden los pasos de cebra provocan que los invidentes se vean envueltos en situaciones de riesgo: «Al no poder cruzar por el paso, tenemos que dar un rodeo y salir por entre los coches aparcados, por lo que los conductores no siempre paran. A mí ya me han 'peinado' un par de veces», comenta Mari Carmen. Otro caso son las decenas de motocicletas aparcadas ilegalmente encima de las aceras.
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