El eterno grito se repitió, un año más, en la puerta de la mayoría de las escuelas. Foto: Vicenç Fenollosa.

A las nueve de la mañana, la mayoría de los centros de primaria de las Pitiüses recuperaron el estruendo que cesó el pasado mes de junio. Se trataba de la vuelta al cole. Sin embargo, la jornada había comenzado mucho antes en los miles de hogares en los que los más pequeños se esmeraban en rellenar sus mochilas con sus nuevos libros, estuches, carpetas o cuadernos.

Las entradas de los colegios o las paradas de autobuses fueron el escenario, un año más, de lloros, abrazos con los compañeros e, incluso, remilgos a la hora de cruzar las puertas. Desde el eterno grito: «Quiero irme con mi mamá» a chavales con paso decidido, se aunaban sentimientos en el firme propósito de comenzar la nueva andadura educativa en común.

Los padres, mientras, contemplaban el cuadro desde la barrera, intentando mermar el disgusto "momentáneo, eso sí" de sus retoños. Una sensación similar a la que ellos sufrieron a la hora de desembolsar una ingente cantidad económica para adquirir el material escolar imprescindible para este inicio de curso. Los datos apuntan que la media del gasto supera las 40.000 pesetas por familia e hijo en los centros públicos mientras que en los privados esta cifra se dispara hasta casi las 200.000 pesetas. Precisamente las asociaciones de padres y madres, alzaron la voz semanas antes de que las clases empezaran con el firme objetivo de lograr la gratuidad de los textos obligatorios, cantidad que se llevan la mayor parte del presupuesto doméstico destinado a esta partida.

Los centros han tenido que incrementar este año sus aulas para dar cabida al número de niños de edades comprendidas entre los tres y los doce años que se ha visto incrementado en un cuatro y medio por ciento con respecto a 1998. Algunos colegios continuaban incluso con las reformas, como es el caso del ubicado en la localidad de Sant Jordi.