Desde el pasado cuatro de abril del 98 en que fueron inaugurados, los 17.000 metros cuadrados del área recreativa de Can Pere Mosson han recibido en su mejor época durante los meses de septiembre a mayo, hasta 400 visitantes diarios, generalmente los fines de semana. Hoy, las playas y sobre todo el calor, hacen que una inversión que en su día rondó los 116 millones de pesetas, permanezca casi vacía. Juanito es el encargado de, según sus propias palabras, «preparar la finca de cara al invierno, de forma que cuando la temporada de las torradas comience esté todo listo». Para ello acude lunes, jueves y viernes durante a cortar leña, alimentar a los animales, (burros, tórtolas, perdices, conejos y faisanes constituyen la particular reserva de la zona) y limpiar de rastrojos y suciedad. Asegura que «el éxito de la iniciativa ha sido total» y las cifras, que se contrarrestan con una realidad estival desierta, así lo demuestran. La oportunidad de acudir al campo, practicar senderismo o visitar un horno de cal reconstruido es aprovechada fundamentalmente por la gente de campo, tal y como confirma el responsable de su mantenimiento: «vienen en grupos grandes o familias para pasar el día, incluso hay gente que espera a las seis de la mañana a que se abra el recinto sobre las ocho». El horario se condiciona a la luz del día, de manera que estos días se cierra cerca de las nueve, «si no se hiciera así, sería imposible controlar el sitio» recalca. Son los propios vecinos de Sant Llorenç de Balàfia los que ceden parte de la madera que arderá en la próxima estación, siendo probable que sean algunos de ellos los que las echen al fuego.