Abel Matutes no cabía en si del gozo. Foto: OSCAR RIBAS.

La boda entre María Matutes, hija del ministro de Asuntos Exteriores, Abel Matutes, y Daniel Gómez comenzó a las ocho y veinte de la noche. Desde una hora antes, y a pesar del sofocante calor, más de un centenar de curiosos, periodistas de todo el país y policías esperaban en la plaza de la Catedral de Eivissa, donde el obispo de las Pitiüses, Agustín Cortés Soriano, ofició la misa. Los más de 500 invitados fueron llegando de manera continua, bien en coche oficial o bien andando. El primero fue el presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga. Casi al mismo tiempo, el tenista mallorquín Carlos Moyá se acercaba al templo junto al hijo menor del ministro de Asuntos Exteriores, Abel. María Matutes "quien se retrasó cerca de veinte minutos" llegó del brazo de su padre en un Rolls Royce blanco .

La entrada de los políticos y personajes más conocidos era recibida con vítores y aplausos. El presidente del Gobierno, José María Aznar, su esposa, Ana Botella, y su hijo menor fueron los últimos, justo antes de la novia. La cantante Massiel esperó a todos los invitados en la puerta de la Catedral, haciendo las veces de maestro de ceremonias.

Si el sol castigaba a las personas que esperaban fuera, los que se quedaron al oficio religioso en el interior del templo "engalanado para la ocasión por un decorador amigo de la familia" padecieron todavía más los rigores de la canícula. Ninguno de los invitados ilustres habló tras la misa, que acabó a las nueve y media. Sólo el padre de la novia manifestó que «ambos son unos chicos maravillosos» y les deseó «toda la suerte del mundo». Aznar indicó que todo había ido «muy bien» y se metió, acto seguido en su automóvil para desplazarse a los jardines de los hoteles Cala Gració y Tanit, donde se celebró la cena.