Playa de ses Figueretes. Miércoles, 2 de junio de 1999. Cielo nublado. Máxima: 27 grados. Para los residentes en la isla es un día más de trabajo, para los turistas es un día más de playa y marcha nocturna. Hasta el 21 de junio, el verano no se implanta en este país oficialmente, sin embargo, las islas ya han inaugurado su propia temporada estival. Ya no importa que el cielo esté un poco nublado y el sol juegue a esconderse cada cinco minutos. El calor se ha instalado en las islas definitivamente y no nos abandonará hasta finales de septiembre.
Ocurrió hace unas dos semanas. Los ibicencos se levantaron un día y descubrieron que el verano había llegado. Los turistas habían tomado las calles, los establecimientos públicos, abierto sus puertas y las playas habían dejado de ser un desierto para convertirse en un hervidero de gente tumbada al sol, con la espalda roja y la crema en las manos. Pero los turistas no son los únicos que nos avisan de la llegada del calor, con ellos llegan los vendedores ambulantes, los responsables de los chiringuitos de playa, los trileros... Todo un engranaje de «servicios lúdicos» se pone en marcha con el inicio de la temporada, y las Pitiüses ya han puesto el cartel de «abierto por vacaciones». Los residentes en las islas cambian por completo su estilo de vida. La calma y el tiempo pausado del invierno se convierten de pronto en ajetreo constante, en trabajo y en espectáculo. Los grupos de chavales, que durante el invierno hacen «salera» tranquilamente sentados en un banquito del centro de la ciudad, se han trasladado a la playa. La razón es evidente: es más divertido.
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