Antonio Jiménez Ruiz. | Toni Planells

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Toni Jiménez (Hellín, Albacete, 1952) es una de las figuras fundamentales en la evolución de la música en directo en Ibiza desde su llegada hace prácticamente 60 años desde su Hellín natal. Su llegada a Ibiza en plena adolescencia le ofreció una plataforma perfecta para continuar con la vocación musical que sigue cultivando a día de hoy como testimonio vivo del rock ibicenco.

—¿Dónde nació usted?

—Nací en Hellín, un pueblo de la provincia de Albacete. Solo somos dos hermanos, mi hermana pequeña, Tina, y yo.

—¿A qué se dedicaban sus padres?

—Mi madre, Esperanza, se dedicaba a la casa y a sus hijos. Mi padre, Antonio, trabajó en distintos lugares después de que cerrara su fábrica de esparto. Allí hacía cuerdas, maromas de barcos y cofines junto a su hermano. Los cofines de esparto se usaban para prensar la aceituna y solo servían para una prensada, así que cuando empezaron a salir los de plástico, que servían para varias prensadas, el negocio se vino abajo. A partir de entonces hizo varios intentos, primero en Francia y después en Suiza para probar suerte. Más tarde, se aventuró durante seis meses en Mallorca pero, igual que pasa ahora, había trabajo pero no vivienda disponible. Fue entonces cuando vino a Ibiza con su amigo Vicente Madrid. Era la época en la que, nada más bajar del puerto, te preguntaban qué sabías hacer para contratarte. En Ibiza trabajó principalmente en la construcción y en la cantera de Ibidexa, cerca de Ca na Negreta.

—¿Se mudó toda la familia a Ibiza?

—Primero fue mi madre y mi hermana, que tenía siete años. Yo tenía 13 y me quedé con mis abuelos en el pueblo un par de años para seguir estudiando el Bachillerato Laboral. Eso sí, los veranos los pasaba en Ibiza con mis padres.

—¿Cómo recuerda su infancia en Hellín?

—Jugando todo el día, básicamente. Cuando no era a las canicas, era al fútbol y, al final, siempre acabábamos a pedradas con los chavales de otros pueblos (ríe). Si me rapara la cabeza, parecería un mapa con todas las pedradas que me llevé (más risas). El colegio era como el de la época: niños y niñas separados y cantando el ‘Cara al sol’ cada mañana. El desayuno era a base de leche en polvo y queso de los americanos. Siempre me acordaré del maestro cortando el queso con un alambre para hacer las porciones. En el pueblo tuve mi primer contacto con la música tocando la bandurria con la rondalla de mi tío Ginés. Yo solo tenía 10 años y era una especie de niño atracción gracioso que tocaba junto a los mayores. Con 14 años ya había estado en Ibiza con mis padres y, a la vuelta, con mis pantalones acampanados, que allí eran de lo más moderno, formé con mis amigos el primer grupo ‘yeyé’ del pueblo: Los Gritos.

—Entonces, ¿le influyó su paso por Ibiza en el pueblo?

—Sí. El contraste era enorme. Pensad que en el pueblo, a la piscina municipal solo podían ir las chicas de 9 de la mañana hasta las 11. A partir de entonces, solo podían ir los chicos. Ni os imagináis lo que era para un chaval como yo ver una playa en Ibiza llena de bikinis por todos lados (risas). También se veían hippies, que antes eran los beatniks, en sus comunas y con sus pintas. Yo logré llevar pantalón de campana, pero no fui capaz de dejarme el pelo largo en el pueblo. Mi abuelo no me lo hubiera permitido (más risas).

—¿Cuándo vino a Ibiza definitivamente?

—Cuando terminé los estudios, a los 15 años. Entonces, con tal de que no estuviera por la calle perdiendo el tiempo, mi padre le preguntó al encargado de su empresa, Edexma, cuánto le descontarían en la nómina por tenerme allí trabajando haciendo recados. No le descontaron nada de la nómina, claro, pero me metieron en la oficina a trabajar. No empecé a cobrar hasta que cumplí los 16 y pudieron contratarme. No tardé en marcharme a trabajar a Astilleros Ibiza antes de irme a hacer la mili. En esa época me junté con Ginés Torres, Nardo Miró y Vicente Marí, el pastelero, y como yo ya cantaba, decidimos montar un grupo: Los Dandy’s. Yo empecé cantando, pero cuando se marchó uno de los componentes y en Hellín hacen ‘La Tamborrada’, me dijeron que, además de cantar, tenía que tocar la batería. Me puse a ensayar el ritmo cuatro por cuatro toda la noche y, desde entonces, empecé a tocar la batería.

—¿Le cortó la mili su trayectoria profesional y musical?

—No. Me presenté como voluntario y solo estuve tres meses de instrucción en Mallorca. Además, como me liberaban de guardia, me hice ‘cabo de tambores’ tocando con la banda. Cuando venía algún alto cargo, tenía que ir a recibirlo tocando el tambor, aunque estuviera de vacaciones. Creo que fui el primero en tocar diana con el tambor un día que el corneta no podía tocar. El mismo día que volví de Mallorca, me dijo mi madre que alguien me estaba buscando para tocar esa misma noche en la Barbacoa de Santa Gertrudis. Eran Los Brisc, y solo aguanté con ellos un par de noches. Yo venía demasiado inocente del cuartel y ellos iban demasiado pasados de rosca (risas). Tras esto, montamos una banda un poco más seria, Dinamita & Soda, con Ginés, Vicente Riera y Luis Sanz. Aquí íbamos más en serio y no parábamos de tocar. Cuando no era en El Corso, era en el Argos, el Simbad, el Victoria, el Bergantín o el Helios… Era un no parar.

—Me habla de la época de ‘la palanca’, ¿cómo la vivió?

—Eso fue una locura. Igual que dicen que los marinos tenían una novia en cada puerto, los músicos teníamos una novia en cada hotel (risas). Como tocábamos tanto en Sant Antoni como en Santa Eulària o Talamanca, no había problema. La verdad es que ellas eran las que nos ligaban a nosotros, debían vernos con cara de salidos (risas). Y es que lo estábamos. Para conseguir una revista erótica, en esa época tenías que comprarla en Francia o Alemania. A lo mejor estábamos ensayando por la mañana en la discoteca, bajaba alguna extranjera a ver qué hacíamos y, al final, acabábamos en la playa o donde fuera, y a tocar por la noche sin ensayar ni nada (risas).

—¿Vivía de la música?

—No. Nunca he dejado de tocar y de trabajar a la vez hasta ahora, que me he jubilado y solo toco.

—¿Estuvo mucho tiempo aguantando el ritmo de ‘Dinamita & Soda’?

—Estuvimos bastante tiempo, pero era mucho lío: un día en Sant Antoni, otro en Santa Eulària, otro en Talamanca… Así que, cuando me ofrecieron tocar en la Barbacoa de Santa Gertrudis en 1974 con ‘Los Nuevos Bohemios’, no me lo pensé. Antes había estado un tiempo en otro grupo con Luis Sanz, Manolo Guerrero y Nardo que se llamaba ‘Raza’, con el que fuimos teloneros de Camilo Sesto cuando vino a tocar al cine Cartago. Antes del concierto, nos invitó a una botella de whisky Passport en la Milán.

Con ‘Los Nuevos Bohemios’ toqué en la Barbacoa de Santa Gertrudis con Jaume Riera, Héctor Tur, Jaume ‘Bagaix’ y Pepe ‘Gamba’. Al poco tiempo se marchó Bagaix y entró nuestro añorado Tito Zornoza. Estuvimos tocando durante diez años, hasta que salió el grupo ‘So de Nit’ con Juanjo Cardona, Joan Barbé y Tito Zornoza, con el que estuvimos siete u ocho años. Luego llegó ‘s’Orquestra des Pla de Vila’, donde éramos hasta once.

Después de ‘Es Pla de Vila’ montamos ‘Toc Rock’ junto a Pepe Gamba, Tito Zornoza y Sergio Torres. Cuando Tito lo dejó, entró Joan Barbé y, desde entonces, nos llamamos ‘Simple Rock’ y no dejamos de tocar. Todavía estamos ‘en la pomada’.