—¿Dónde nació usted?
—Nací en Santa Gertrudis, en Can Palerm, lo que no estoy seguro es de si nací en la casa del carro, en la cocina o en alguna habitación (risas). Allí nacimos los seis hermanos. Yo era el segundo.
—¿A qué se dedicaban sus padres?
—Mis padres, Xicu y Catalina, eran payeses: trabajaban el campo. Eran mayorales de la finca donde vivíamos, que, aunque todo el mundo la conocía como Can Xicu Palerm, los dueños, la familia del ‘metge Pujolet’, la llamaban Can Tonió. Nosotros, mis hermanos y yo, ayudábamos todo lo que podíamos. Mi primera tarea fue la de cuidar de las ovejas cuando volvía del colegio.
—¿Cómo era crecer en Santa Gertrudis para un niño como usted en los años 60?
—Allí pasé una infancia de lo más divertida. Era un ambiente muy natural y familiar entre todos los vecinos. Los niños nos divertíamos yendo unos a casa de los otros para ayudarnos a cuidar de las ovejas. Los vecinos nos apoyábamos y ayudábamos unos a otros, tanto los niños como los mayores.
—¿Qué tal era el colegio?
—El colegio era normal. El que no era normal era yo (risas). ¡Ni abriéndome la cabeza con un serrucho hubieran conseguido que me entraran los temas! (más risas). Era muy mal estudiante. Tanto que llegué a repetir un curso y no terminé los estudios básicos hasta los 15 años. No pensaba en otra cosa que en terminar el colegio para ponerme a trabajar.
—¿Dónde trabajó al terminar el colegio?
—En el taller de Joan Roig como aprendiz de mecánico. Era un oficio que me gustaba y, además, tenía muy buena relación con mi jefe, que era muy buena persona. Sin embargo, como aprendiz tampoco es que ganara mucho: 600 pesetas a la semana. Por eso también probé trabajar en algún otro lugar, como en la embotelladora de ‘Agua Benirrás’, que estaba en Sant Miquel. Allí apenas estuve un mes antes de volver al taller. Durante ese mes, un día vino una chica, Marieta d’en Lluch, a conocer la fábrica. En aquel entonces, yo tendría unos 17 años, la fiesta estaba en Sant Miquel y, ese mismo día, fui a tomar algo al bar Rojal. Allí me volví a encontrar con Marieta y, desde entonces, comenzamos a hablar cada vez más a menudo. Todavía seguimos hablando… ella más que yo, eso sí (risas). Nos casamos en el 83, nos mudamos a su pueblo, Sant Miquel, y tuvimos a nuestros tres hijos: Paco, Marta y Miquel. Ahora tenemos cuatro nietos: Aitor y Naya, que son de Paco, y Nicolás y Lluís, de Marta.
—¿Continuó con su oficio de mecánico?
—No. Estuve en el taller hasta que tuve unos 26 o 27 años. Hasta poco después de casarme. Ya estaba un poco aburrido de la mecánica y me puse a trabajar en el taxi con Miquel de Ca na Marca. Con él estuve unos seis años antes de ponerme a trabajar con el taxi de un tío de mi mujer, Toni Roig, cuya licencia me quedé cuando él se jubiló y con la que me he jubilado yo hace solo tres meses.
—Nos está hablando de unos 40 años de experiencia tras el volante de un taxi. ¿Ha visto cómo ha cambiado su oficio a través de las décadas?
—Así es. El cambio ha sido espectacular. Antes había más respeto del que hay hoy, tanto por parte de la clientela como por parte de los compañeros. Hoy en día es todo muy distinto. La clientela era mucho más autóctona, para ir al aeropuerto o al hospital, y el turista que venía era muy distinto al de ahora. Era un turista que se interesaba por la isla y su cultura, que te pedía que le llevaras a ‘la mejor playa’ o al ‘mejor restaurante’. Algunos te cogían para que les hicieras de guía durante todo el día. Ahora te piden que les lleves a la discoteca, sin embargo, todavía queda gente que viene interesada en conocer la isla de verdad.
—El anecdotario de un taxista con su veteranía debe ser impresionante. ¿Cuántas anécdotas puede contarnos?, ¿ha ayudado a venir a muchos niños al mundo?…
—Algún que otro niño me ha tocado llevar a toda prisa para que naciera, sí (risas). Pero os voy a contar otra anécdota distinta. Solo una, eso sí (risas): Fue un día en el que se subió una señora para que la llevara al hotel. Cuando llegamos y me giré para cobrarle me dijo que no tenía dinero. Se levantó la falda y miró hacia abajo diciendo: ‘si quieres cobrar…’ Yo le dije que no tenía cambio (risas). Total, que perdí el viaje. Poco después se me subió otra mujer que llevaba solo un tanga y una camiseta. Me la quedé mirando hasta que me dijo: ‘¿es que no has visto nunca una mujer?’. Yo le contesté que lo que no veía era cómo me iba a pagar, pero esta vez sí que me pagó al llegar al hotel.
—Nos ha contado que se acaba de jubilar, ¿tiene planes para disfrutar de la jubilación?
—Tanto a mi mujer como a mí nos encanta viajar, así que el plan es ir mucho a Francia, para visitar a nuestros nietos, y a Canarias, donde hemos ido muchas veces y nos encanta. También disfrutamos mucho yendo a cruceros y seguro que volvemos a hacer alguno.
2 comentarios
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Xiquet nunca he estado en tu taxi ;) pero estoy seguro que eres el taxista más simpatico de la isla! Disfruta la tu jubilación!
Solo hay que ver algunos Taxistas de ahora que parecen salidos de la carcel como va a ver respeto entre ellos... Que se pelean en las paradas por 2€ ... Algunos conducen drogados menuda mafia