— ¿Dónde nació usted?
— Nací en Vila. Donde ahora está la comisaría de Policía. Al parecer, me adelanté unos días y, en vez de atender a mi madre su ginecólogo, quien asistió a mi madre en mi parto fue Antonio Marí Calbet, quien después sería presidente del Consell d'Eivissa y Formentera (desde 1987 hasta 1999). Yo fui el cuarto de los cinco hijos que tuvieron mis padres, Adolfo y Carmen. Vivíamos en Dalt Vila, donde vivo ahora, y recuerdo que, cuando iba a párvulos con María Montaner, que estaba justo al lado de casa, siempre llegaba tarde (ríe). Después ya fui al colegio a Sa Graduada para pasar al instituto de Santa María más adelante.
— ¿Cómo recuerda la Dalt Vila de cuando era niño?
— La verdad es que, por edad, no pude vivir la ‘Dalt Vila dorada' de la época de nuestros padres y abuelos. Yo viví la de los años 80 y, aunque no era lo mismo, seguía manteniendo cierta vida. De hecho, yo prefiero ese rollo un poco más decadente que tiene Dalt Vila, al menos más que el dinamismo o el ruido que traerían los proyectos de dinamización que se proponen. La línea entre dinamización y libertinaje es muy fina. Prefiero este paisaje que tiene la ciudad antigua, tranquilo, sin tantos estímulos visuales como en Vila y perfecto para una persona introvertida como yo.
— Entiendo que se vive tranquilo hoy en día en Dalt Vila.
— En general, sí. También es verdad que, en verano, puedes llegar a escuchar y reconocer cada una de las canciones que ponen en el Lío. Tampoco puedo decir que sea una zona del todo segura. Hay que reconocer que hay zonas un poco más marginales y peligrosas. Zonas con menudeo de drogas, alguna vivienda okupada… De hecho, en una ocasión entraron a robar a mi casa. Era verano y entraron por una ventana que tenía abierta. Yo me había quedado dormido en el sofá con el portátil al lado y no me enteré de nada. Se llevaron el portátil y cuatro cosas más, en casa y en algunas más de la zona. Ya no he vuelto a dejar la ventana abierta nunca más. No es que pase mucho la Policía, pero pasan de vez en cuando, lo malo es que lo hacen en el coche y se les ve venir desde lejos.
— ¿A qué se dedicaban sus padres?
— Mi madre tenía negocios de ropa y siempre estaba implicada en distintas asociaciones culturales. Fue de las primeras guías turísticas de Ibiza y también fue presidenta de la la Cruz Roja, estuvo implicada en en el Club de Campo, donde se encargaba de eventos culturales, en Promúsica… Mi padre fue político. Fue alcalde de Vila en 1983. Fue un alcalde independiente, pero el bipartidismo de esos años le puso muy difícil continuar. Aunque políticos posteriores, como Xicu Tarres, le llegaron a calificar como referencia, tengo la sensación de que su figura no se ha reivindicado lo suficiente. Él fue quien puso en marcha el proyecto del Parque de la Paz. También fue quién construyó las escaleras que unen Es Soto con el Ayuntamiento o todos los jardines de s'Eixample. La verdad es que, a mí, me pilló muy pequeño y apenas tengo recuerdos más allá de cuando íbamos todos los hermanos a verle a algún evento.
— ¿Le llamó a usted la política en algún momento?
— No. A mi hermano sí, pero a mí me llamaron siempre otras cosas. Desde pequeño siempre estaba dibujando. Me gustaban mucho los cómics, que tienen una narrativa muy cinematográfica, y yo hacía algo parecido dibujando mis propios history-boards. Un día, mi hermano Adolfo me dijo que por qué no hacíamos un corto y, con una cámara que nos dejaron mis tíos grabamos mi primer trabajo audiovisual: La tranquilidad del grifo cerrado.
— Tras el instituto, ¿siguió estudiando?
— Antes de salir a estudiar fuera hice la mili. Mi padre estaba enfermo y no se daban las circunstancias para que me fuera a estudiar fuera. Al terminar la mili me fui a estudiar Cine y Dirección cinematográfica, aunque no me quedé con buen sabor de boca y, al acabar la diplomatura de tres años, hice la carrera de Bellas Artes en Barcelona. Allí me especialicé en pintura.
— ¿Pudo ganarse la vida con la pintura?
— Con la pintura empecé a ganar pasta. Hacía exposiciones en Ibiza y Barcelona vendía bastantes cuadros. En una ocasión me llegaron a comprar uno antes de que se inaugurara la exposición. También llegué a ser finalista en el Art Jove. Tengo que reconocer que llegó un momento que me aburrí de hacer lo mismo, me parecía demasiado fácil hacer cosas que gustaran y empecé a practicar otras técnicas menos comerciales. Paralelamente empecé a trabajar como profesor en distintos institutos de Girona, durante dos años, antes de volver a Ibiza. Recuerdo que mi primer día de trabajo fue en un instituto en el que había alumnos especialmente conflictivos. Sustituía una baja por depresión. Lo primero que me dijeron los alumnos fue, ‘¿tú eres el nuevo de plástica?', cuando les dije que ‘sí' me contestaron: ‘Pues mañana te vamos a matar'. Así fue mi primer contacto con la docencia [ríe].
— Tras ese primer contacto, ¿siguió con la docencia?
— Sí, al final, no me mataron [ríe]. En ese tiempo estuve hasta en siete institutos distintos de Girona. Al volver a Ibiza, volví a dar clases, esta vez en Formentera. Fue en esa época cuando retomé mi contacto con los audiovisuales. Fue con el documental que hice, junto a Laura Ferrer y Julio Arche (con quién fundé la productora Factoría Difácil), sobre Erwin Bechtold: Erwin Bechtold: Retrat d'un artista. Para hacerlo pedí un préstamo para poder hacerme con una buena cámara y un buen trípode. Más adelante, en 2012 fundé mi productora Filmótica con la que he hecho una serie de documentales sobre artistas de Ibiza, Aiguallums, entre otras cosas. Paralelamente, he estado ocho temporadas trabajando como encargado del economato de un Hotel, de manera que he tenido tiempo para ir haciendo mis cosas. Ahora, por fin, ya he podido montar un local para la productora, Filmótica Studio, en la Avenida Ignacio Wallis.
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