¿Hace mucho que se dedica a la venta de productos náuticos y de pesca?
— Toda la vida. Yo soy la tercera generación al frente de este negocio.
¿Ha estado siempre aquí?
— No. Mi abuelo Toni abrió el negocio en la calle Sant Jaume a principios de siglo XX, no te sabría decir el año. Piensa que antiguamente no era un negocio de náutica y pesca exclusivamente. En aquellos años era un todo en uno: bar, tienda y productos para pesca. Las tiendas de pueblo antes eran todas así. La tienda se llamaba Las Delicias y la heredó mi madre, María. Cuando ella se jubiló lo empecé a llevar yo.
¿Su abuelo era pescador?
— En aquellos tiempos todo el mundo pescaba. Ya sabes lo que dijo Isidor Macabich que era quién no era hijo de pescador o hijo de payés... (ríe). Mi abuelo no era profesional pero pescaba como todo el mundo entonces. Tenía su pequeña xalana de dos proas y salía a pescar, pero su profesión era de tendero. Igual que mi padre, que también salía a pescar y arreglaba un terrenito que tenemos. Yo mismo, cuando puedo también cojo mi barquita para ir a ver si pesco algo y también arreglo el terrenito que tenemos en San Cala.
¿Cuándo dejó de ser una tienda de las de antes para dedicarse solo a la venta de producto náutico y de pesca?
— Con la llegada de los supermercados, que se cargaron el concepto clásico de tienda de pueblo. Mi madre había mudado la tienda de la calle Sant Jaume a la calle Isidor Macabich. Mira, justo hablábamos de él hace un momento (ríe). Al mudarse, en 1973, la tienda dejó de tener el bar y se dividió en dos partes, una de tienda y otra de náutica y pesca. Mi madre llevaba la tienda y mi padre, Vicent, la parte de la náutica. La llegada de los supermercados me pilló a mí y decidí dedicarme solo a la pesca y a la náutica. Serían principios de los años 90.
¿Se considera un hombre de mar?
— Bueno, sí. Desde pequeño ya iba a pescar con mi abuelo o con mi padre. Además hice la mili en la marina. Estaba en un petrolero de la armada con el que íbamos abasteciendo a los demás buques en plena travesía.
¿Su clientela es la de siempre?
— Sí, he llegado a atender a los clientes de mi abuelo. Lógicamente ya no quedan clientes de esa generación, pero sí que siguen viniendo los de toda la vida del pueblo. También vienen muchos de fuera, de los que vienen cada año mientras pueden, y también tengo mucho turista que compra alguna cañita de pescar o alguna cosa así.
¿Cómo ha cambiado el material de pesca desde los tiempos de su abuelo?
— ¡Muchísimo! Mira: mi abuelo vendía lo que aquí llamamos canyes de bomba, que son cañas de bambú, sin carrete ni nada. Si existían los carretes entonces, te aseguro que en Ibiza no había. El hilo de pescar era lo que llamaban fil de cuca (que yo no lo he conocido), también se fabricaban con el pelo de la cola de los caballos. El escandall (el plomo) lo hacía él mismo con un cono hecho con medio naipe. Al cono le clavaba un clavo en un extremo (para que quedara hecho el agujero del plomo), lo enterraba en arena y le echaba el plomo fundido. Ahora hay miles de cañas, hilos, plomos y carretes de todo tipo, de todos los colores y precios.
¿La pesca en Ibiza también ha cambiado desde que iba a pescar con su abuelo o con su padre?
— Muchísimo. Básicamente ha cambiado en cuanto a que antes se cogía muchísimo pescado. Todo el que querías. Incluso con la caña en la orilla.
¿Por qué piensa que hay menos pescado?
— Por que ahora hay muchos más pescadores. Antes éramos muy pocos, recuerdo que antes el pescado era la comida de los pobres. La carne era lo que era lo caro por que costaba mucho mantener al animal. Ahora se ha dado la vuelta, el pescado prácticamente solo se lo pueden permitir los ricos y la carne está tirada con tanta ganadería. Antes se pescaba para comer, ahora se pesca para pasar el tiempo.
¿Qué recuerdos guarda de la Santa Eulària de su infancia?
— No había turismo, ni bares ni tiendas como ahora. Tampoco había televisión y lo que se hacía eran las vetllades: los vecinos se reunían en el portal de la casa para charlar. Yo ya tengo una edad y recuerdo que todos tenían sus gallinas y animales y casi todo eran huertos que se regaban con el agua del río.
¿Tiene recuerdos del río de Santa Eulària con vida?
— ¡Claro!, igual que de ir a nadar a la Font d'en Lluna. Era un agua fresquita y limpia. Recuerdo que, como había muchas anguilas, esta lleno de angulas, pero no les hacíamos ni caso. No teníamos ni idea del valor que tenían. Como mucho pescábamos las anguilas.
¿Qué le parece la evolución que ha sufrido su pueblo desde entonces?
— (Resopla) ¿Qué quieres que te diga? Pienso que ha sido una evolución demasiado rápida. Se han perdido muchas costumbres, como celebrar Sant Joan o Sant Antoni. También se ha perdido la familiaridad entre vecinos, ahora apenas nos conocemos. Incluso cada vez se hace más difícil escuchar hablar ibicenco.
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