El escenario era el mismo y muchos de los asistentes, también. Sin embargo, el mensaje que el obispo de la Diócesis de Ibiza y Formentera, Vicent Ribas, quiso transmitir este lunes en su homilía en nada se asemeja al de 2023. Si el pasado año el prelado se centraba en el aspecto religioso de la celebración del 5 de agosto y loaba la figura de Santa María, en esta ocasión Ribas quiso centrarse en el drama habitacional y en «las circunstancias respecto a la vivienda que atraviesan Ibiza y Formentera».
El obispo resaltó la importancia del hogar, «base de nuestra sociedad» y lugar donde se forma la identidad de cada persona. «La casa es el lugar donde se encuentran nuestras raíces. Nos identifica y es un espacio fundamental para todos nosotros», afirmó, reiterando que la vivienda «es una realidad vital».
«Y esto que es tan vital, como he dicho antes, hoy en día se ha convertido en una cosa inasumible para muchas personas», incidió.
En una sociedad como la actual, Ribas abogó por recuperar la «hospitalidad» que siempre ha caracterizado al pueblo pitiuso, mostrando «afecto y bondad» a aquellos que llegan. También aseguró que una forma de demostrar cómo ser hospitalario es «proporcionando viviendas asequibles en el precio de adquisición y en el alquiler».
En su homilía, denunció la «gran injusticia» que supone pensar en el beneficio económico personal antes que en el bienestar del prójimo. «Acoger es servir», insistió Ribas.
El obispo tuvo también palabras para Pere Vilàs, «nuestro gran historiador», reconocido este lunes con la Medalla de Oro de la ciudad de Ibiza.
Entre los asistentes a la misa de fiesta, el hermano Francesc de la Soberana Orden Templaria de San Bernardo de Claraval, en Valencia, no pasó desapercibido con su vestimenta de templario. Según explicó, decidió lucirla este lunes porque «es la fiesta de la tierra» y, aunque no se tienen datos sobre la presencia de esta orden en la isla desde hace unos 130 años, el hermano aseguró que su voluntad es volver a implantarla.
Obreros de todas las parroquias, con sus banderas y ramos de flores para entregar a la Virgen también participaron en la celebración.
Elena, desde Mataró, preguntaba a otros ciudadanos qué se celebraba en la Catedral. Junto a su familia, visitaba el casco histórico cuando se topó con el acto festivo. Josefa, una vecina de Dalt Vila, reconocía que «vivo estas fiestas como cuando era pequeña» y ni el calor ni las altas temperaturas iban a impedirle acercarse a la misa de fiesta. «Después ya te vas a casa contenta», aseguró.