Mi buen amigo Toni Guiscafré, director de Documenta Balear, acaba de editar un libro Menorca i Eivissa dues illes, dos relats històrics i econòmics escrito por Guillem López y Miguel Ángel Casasnovas en el que compara los modelos de crecimiento económico antagónicos de la isla Pitiusa y de Menorca. Ibiza sería un caso de éxito, una marca muy potente en el sector del ocio internacional y Menorca un caso opuesto, de equilibrio y de ensopiment, aunque ese equilibrio entre turismo, agricultura e industria actualmente está precisamente entrando en barrena, de modo que desde hace pocos año se ven peligros en lontananza que acechan a la isla hermana. Hasta 1970 no hay más población en Ibiza que en Menorca y en turismo siempre Ibiza ha ido por delante de Menorca. Son islas de similar extensión, pero con una historia muy divergente. En la Edad Media, Menorca era de jurisdicción real, mientras Ibiza dependía de los caprichos feudales de la archidiócesis de Tarragona. Entonces la población ibicenca era completamente agraria, mientras la menorquina se concentraba en tres villas (Alaior, Mahón y Ciudadela). Lo único que exportaba Ibiza era la sal, mientras Mahón era el mejor puerto del Mediterráneo especialmente cuando lo pillaron los británicos cuya larga estancia dieciochesca permitió el desarrollo de las manufactura y del comercio agrario, eso sería la base del futuro equilibrio menorquín, ampliado posteriormente con la industria del calzado. Todos esos factores van con formando modelos de crecimiento distintos. En un mismo ámbito geográfico, ¿por qué cada isla ha tomado un camino diferente?, la verdad es que es una pregunta interesante para explicar cómo estamos hoy. Los autores hablan de ‘balearización’, o sea crecimiento desordenado, en el caso de Ibiza y de equilibrio por ahora en el caso menorquín.