La semana pasada falleció un turista británico por sobredosis en Sant Antoni de Portmany. No es el primero ni va a ser el último. Miles de turistas vienen a Baleares con la intención de pillarse el colocón de sus vidas. Les dan igual las playas, la gastronomía o las rutas culturales. No nos engañemos, seguimos siendo un destino de borracheras, discotecas y boat parties. Se nos llena la boca con el turismo de calidad pero a la hora de la verdad vendemos mierda, balconing, peleas callejeras, accidentes de tráfico y muertos. El problema es de raíz. Todo el mundo sabe perfectamente donde se vende droga, donde hay botellón, qué locales y discotecas sirven de ‘colocódromo’ pero nadie hace nada porque más vale este turismo infame y vergonzoso que no el tener que currárselo para traer turismo de calidad. Además hay muchísimos intereses ocultos y no tan ocultos. El problema no es sólo de los turistas. Nuestros hijos crecen en esta cultura de cuanto más pedo, más diversión. Somos incapaces de ofrecer una alternativa mucho más sana y atractiva para los jóvenes. Nos despertamos día sí día no con noticias de accidentes de tráfico mortales y atropellos en los que el conductor daba positivo en alcoholemia y otras sustancias pero seguimos sin hacer nada para atajarlo de raíz. ¿Qué más tiene que pasar para que todo esto cambie? ¿Cuántas personas más tienen que morir antes de reaccionar? Los políticos son incapaces de solucionarlo sean del color que sean. Vivimos en el paraíso de la droga, de la borrachera barata y esto más temprano que tarde nos pasará factura. Cuando llegue ese momento que nadie se eche las manos a la cabeza porque la responsabilidad es de todos y todas. Mientras las urgencias de los hospitales seguirán desbordadas a costa de que unos pocos se llenen los bolsillos de dinero manchado de sangre.