Hay cosas para las que es mejor tener un buen plan y plena competencia sobre las facultades mentales y físicas: para casarse con una mujer joven por ejemplo, para dar un golpe de Estado a la nación más antigua de Europa (o sea, del mundo) o para torear un morlaco de 400 kilos. Los mermados catalanistas, auténtica carne de cañón criada en la ganadería de Pujol no parecen haber tenido en cuenta estas mínimas precauciones elementales, se han lanzado al vacío sin paracaídas y no tienen ni idea de cómo ni cuándo aterrizarán, al menos hasta hoy -escribo en sábado.
Decía Toynbee que los imperios no suelen perecer por la presión exterior de un enemigo, sino por propia descomposición interna y los enemigos intestinos. No me cabe ninguna duda. Pienso concretamente en Roma y en la España imperial. Esta es la única suerte favorable que acompaña a estos desgraciados golpistas, extasiados ante su propio disparate: que Rajoy y el Partido Popular están en Babia y que la mayor parte de los partidos españoles aún son más inútiles que ellos. La pantomima de referéndum no sirvió de nada, nadie lo apoya, no tiene la menor credibilidad. Solo les funcionó parcial e inicialmente su repugnante intento de demonizar las cuerpos y fuerzas de seguridad del estado y seguir alimentando la injusta leyenda negra contra España. Con esto parecen conformarse, porque ni con la ayuda espuria de los 17.000 mozos de escuadra pueden alcanzar nada positivo. Nadie podrá beneficiarse de esto. Por el contrario se han encontrado con una oposición frontal de organismos políticos y agentes económicos. Las agencias de viajes y los cruceros renuncian a visitar Cataluña, las cancelaciones se cuentan por miles.
Que trabajen los jueces.