Opinión

El Escorial ibicenco

Imagen de archivo del Parador de Ibiza.

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Gracias a uno de los comentaristas habituales de este periódico, repesco la expresión «dura más que las obras de El Escorial» porque le viene de miedo al proyecto del Parador del Castillo. Yo ya ni sé desde cuándo se habla de esto. Oficialmente, la primera piedra la pusieron en 2009 los ya fallecidos Francesc Antich y Joan Mesquida y los entonces presidente del Consell y alcaldesa, Xico Tarrés y Lurdes Costa. Desde entonces nuestras vidas han cambiado muchísimo. Al menos la mía. Me fui a Barcelona en 2007 con aquello medio en marcha mientras el arquitecto Salvador Roig advertía de lo que se nos venía encima. Pasé allí 14 años y regresé en 2021. La silueta de Dalt Vila había cambiado a peor y las obras ahí siguen. No quiero ni pensar lo que sentían los habitantes de El Escorial.

Nos vendieron el parador como la gran esperanza del casco histórico. Como si este no tuviera atractivos suficientes y fuera necesario contar con un hotel de relumbrón para que la gente quisiera ir a Dalt Vila. Nada de ello era cierto. 16 años después de aquello, la realidad es que los paradores no son ni de coña los mejores establecimientos hoteleros de España. Y, si los comparamos con la oferta de alto standing de Ibiza, la cosa es aún peor.

Pero el parador se hace desear. No sé si porque el Gobierno de Sánchez tiene ganas de joder al de Ibiza o porque realmente son tan inútiles que ni para rematar una obra valen. ¿Ustedes imaginan a un gran hotelero de esta isla con un establecimiento manga por hombro durante 16 años? Es demencial. Que sí, que el tema arqueológico condiciona y retrasa todo pero yo les recuerdo que cuando se puso la primera piedra se dio un plazo de ejecución de las obras de 30 meses. O el que fijó ese plazo no sabía lo que era un castillo o nos tomaron el pelo vilmente. Ambas cosas no son excluyentes. Si yo fuera Triguero, pediría ayuda al represaliado de Waterloo.