Bobby Riggs, ex tenista profesional, número uno del ranking masculino a principios de los años cuarenta y ganador de Wimbledon en 1939, se había convertido, tras su retirada, en un personaje excesivamente mediático y provocador. A sus 55 años, y tras varias temporadas fuera de las pistas, quiso demostrar la insultante superioridad masculina reinante en el tenis mundial, lo que justificaría la diferencia económica de los premios, desafiando a la australiana Margaret Court, una de las mejores tenistas de la época, a quien superó por un contundente 6-2 y 6-1 en un plácido partido de poco más de una hora disputado en San Diego el 13 de mayo de 1973. Pero Riggs, para ratificar el potencial masculino, quería vencer en la pista a la jugadora número uno del tenis mundial femenino del momento, Billie Jean King, una carismática e incansable activista de los derechos de la mujer que vio el enfrentamiento como la gran oportunidad de reivindicar su lucha y de asentar las bases de un circuito profesional femenino. El 20 de septiembre de 1976 se disputó en el Astrodome Arena de Houston, ante más 30 mil espectadores, el esperado y lucrativo evento que se denominó ‘La batalla de los sexos’. King ganó el partido por un claro 6-4, 6-3 y 6-3, suponiendo aquella victoria un punto de inflexión en la lucha por la igualdad de género que consagró a King como la abanderada del feminismo.
Y es que los movimientos sociales han contribuido a lo largo de la humanidad a promover e impulsar la defensa de los derechos y libertades de determinados colectivos o minorías vulnerables. Movimientos como el obrero, el ecologista, el pacifista, el antiglobalización, el indígena o el feminista, pasando por los que promueven la liberación sexual, los derechos civiles, el derecho al sufragio de las mujeres, los derechos del colectivo LGTBI o en contra de la discriminación racial, constituyen fenómenos relevantes a lo largo de nuestra historia. Desde los Trade Unions al Back lives matter o el Me too, pasando por la resistencia al Apartheid, los ciudadanos han luchado incansablemente por la igualdad, la dignidad, el bienestar, la convivencia, el respeto y la tolerancia, sustentándose en la mayoría de ocasiones en líderes carismáticos que sacrificaron sus vidas por la consecución de sus ideales como los reconocibles Mahatma Gandhi, Nelson Mandela, Martin Luther King, Malcolm X, Lech Walesa, Brenda Howard o Eleanor Roosevelt, entre muchos otros.
Pero de un tiempo a esta parte se está perdiendo la esencia de cuanto suponían, pretendían y lograron aquellos movimientos, pudiendo encontrarnos en la actualidad con la aparición de algunos que, lejos de pretender el avance de la sociedad y la consecución de objetivos dignos y loables, tan solo persiguen fomentar el odio y la confrontación sobre la base de principios o argumentos carentes de todo sentido y alejados de lo que debe constituir una verdadera reivindicación social. Sin ir más lejos, en Corea del Sur tuvo lugar el nacimiento, a finales de la década de 2010, del llamado movimiento feminista radical 4B, denominación que hace alusión a las cuatro reglas que promulgan sus adeptos y que principian por dicha consonante, en coreano claro, que básicamente viene a significar NO. En concreto, se oponen a las políticas natalistas del país proponiendo no tener citas con hombres, no casarse con hombres, no tener relaciones sexuales con hombres y no tener hijos con hombres, aunque esto último sin ellos, directa o indirectamente, se antoja complejo de materializar. Su origen se encuentra en otro particular movimiento, el denominado escapar del corsé, que llama a las mujeres a renunciar al maquillaje y a los retoques estéticos rapándose la cabeza y rechazando seguir las modas. Lo sorprendente es que este movimiento no solo dio el salto a China añadiendo dos nuevas reglas, sino que también lo hizo a Estados Unidos a partir de la decepción sufrida por muchas estadounidenses tras la derrota encajada por Kamala Harris ante Donald Trump, enfrentamiento que algunos llegaron a convertir en una reedición de la famosa batalla de los sexos.
Dando una vuelta más de tuerca, y en contraposición a este tipo de movimientos radicales, ha surgido otro de naturaleza feminista y de carácter reaccionario que se ha dado a conocer como la Femesfera, en el que las mujeres, por el contrario, abogan por no caer en victimismos y dedicarse a explotar, en vez de suprimir, las diferencias existentes entre ambos sexos sacando tajada de sus virtudes naturales. Sus integrantes promulgan que las mujeres tienen más poder del que creen y consideran que pueden llegar a conquistar el mundo utilizando su sexualidad. Su principio inspirador se basa en la seguridad en sí mismas, debiendo dejar de lado de una vez la falsa humildad, pues con sus atributos y dones naturales pueden conseguir lo que quieran de los hombres, que quedan relegados a simples títeres en sus manos a los que les pierde irremediablemente la bragueta. Vaya, que como cantaba King África en La bomba se trata de un movimiento sensual, un movimiento muy sexy.
Con estos mimbres el contra ataque varonil estaba más que servido, habiendo surgido en contraposición un movimiento de índole masculina y machista, especialmente antifeminista, cuyos machirulos integrantes conforman el Machoverso. Sus miembros, sirviéndose del anonimato que posibilitan las redes sociales, exponen en ellas, con una amplia gana de calificativos, anécdotas y gracietas, toda la animadversión que profesan a las denominadas feminazis, reivindicando de paso una masculinidad que consideran atacada por aquéllas con mensajes de odio cargados de mucha testosterona y poco sentido común. Consideran que solo sirven para la cama o la cocina, por lo que esos son sus hábitats naturales, así como excesivo tener que recabar un consentimiento expreso previo a mantener relaciones sexuales so riesgo de ser posterior e indebidamente acusados de extralimitarse. Vamos, que ellos son los gallos del gallinero y ellas unas busconas que tan solo pretenden arruinarles la vida.
Pero lo más grave es que todos estos movimientos y sus enfrentamientos ponen de manifiesto una grave y preocupante grieta social entre mujeres y hombres que, a su vez, los aleja ideológicamente, en ocasiones hasta las antípodas. Puede incluso apreciarse una tónica tendente a que las mujeres sean cada vez más progresistas y los hombres, por el contrario, más conservadores. Cuanto más se defienden los derechos de la mujer por la izquierda, más hombres se aferran a ideologías de derecha. Cuanto más se intensifica la defensa feminista en aquellos partidos, más hacia el extremo de la derecha gira la mentalidad masculina. Y todo ello sin caer en la cuenta de que esto no va de progres o carcas, de machitos o de féminas, sino de personas, con sus similitudes y sus diferencias, que deben convivir, respetarse y protegerse, no solo para no separarse, sino para complementarse. Unos no son enemigos de los otros. No hay buenos y malos en esta historia, y constituye un grave error crear movimientos que tan solo propician una guerra de sexos sin sentido, que los enfrenta y aleja, haciendo caer en el olvido el sacrificio de aquellos lideres sociales que, como King, hicieron de este mundo un lugar mucho mejor para todos.
1 comentario
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Ni de derechas ni de izquierdas. No hay más preguntas, señoría. Es usted un facha. Tampoco hay que extrañarse, pertenece a la judicatura de este país. Tienen mucho que aprender en cuestiones de género.