J.D. Vance en la Conferencia de seguridad de Múnich. | Europa Press - Michaela Stache
«¿Que me llaman carroza? Bueno, yo les llamo gilipollas, y en paz». Camilo José Cela sabía responder y reírse de sí mismo. Nada que ver con la histérica banda de burrócratas de Bruselas, formada mayormente por los detritus de los partidos políticos, dorados exiliados en la capital extintora de la imaginación (Voltaire dixit) para que no den la tabarra en casa. Tal vez Jean Claude Juncker, aficionado a la botella mientras sus sucesores son abstemios declarados, hubiera sabido responder con guasa a la reprimenda del vicepresidente Vance. También Agustín de Foxá ponía en su sitio a los que se pasaban de la raya, «out of line», como dicen los anglosajones. Cuando un nuevo rico yanqui le espetó groseramente lo mucho que a los españoles les gustaban los dólares, Foxá respondió: «También nos gusta el jamón, pero no por ello tenemos a los cerdos en casa».
2 comentarios
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Bravo, el mal llamado progresismo es un arma de destrucción masiva para aquellos que necesitan que les digan lo buenos que son. Repugnante sociedad de parásitos analfabetos regados con palabras bonitas pero sin ningún tipo de condimento.
El artículo es un cóctel de nostalgia rancia y pataleta conservadora. Critica a los líderes actuales por ser “borregos woke”, pero no aporta nada más allá de descalificaciones y referencias a un pasado idealizado que nunca fue tan glorioso. Mucho quejarse, poco proponer.