Hay una palabra que, si nos atenemos a su significado según la RAE, define con meridiana claridad el actual momento de la política española; la palabra en cuestión es «funambulismo» y su significado es, «habilidad para desenvolverse ventajosamente entre diversas tendencias u opiniones opuestas». Basta un vistazo diario a las noticias en nuestro país para darnos cuenta del muchísimo tiempo que unos y otros dedican a tratar de sobrevivir en un mar de declaraciones contradictorias. Parece que en política uno debe centrarse únicamente en aquello que pueda resultar de interés al partido en cuestión en el día en curso, sin tener para nada en cuenta lo manifestado en otras ocasiones.
Lo de la política adaptada al supuesto interés político de cada partido a cada momento, convierte a la misma en un autentico galimatías que tan solo acaba cansando a la sociedad en general y que demuestra que no se está actuando en función de los intereses generales de una sociedad. La búsqueda desesperada de la fórmula mágica para sumar adeptos y posibles votantes, en base a oponerse sistemáticamente a todo lo que propone, anuncia y defiende el rival político, no parece que sea lo que realmente necesita a día de hoy nuestra sociedad.
Da la sensación de que ya no importan los idearios políticos y que las ideologías de las diferentes tendencias se pueden aparcar según convenga en cada momento. Lo que antes se rechazaba, hoy se acepta y lo que antes se denostaba, hoy se alaba y se aplaude. Parece que ya no haya argumentos sólidos que puedan avalar una tendencia u otra y se puede utilizar uno distinto en cada ocasión, siempre que pueda favorecer al interés particular de quien los maneja; aunque para ello haya que inventarlos o sean falsos directamente.
Es cierto que el panorama político en el que nos movemos desde las últimas elecciones generales, es altamente complicado ya que los números no daban para conformar una mayoría suficiente y clara de tendencia conservadora o progresista. Ello hizo que una vez conformados dos bloques, entre ambos quedara como única pieza que podía decantar la balanza de un lado o del otro a nivel estatal, un partido a quien la política estatal no le importa lo más mínimo.
Esa pieza no es otra que el partido independentista catalán JUNTS. Estos, en el momento clave del debate de investidura de Presidente de la Nación, se acabaron decantando por el bloque progresista. Ello hizo que desde la derecha y la extrema derecha se lanzaran todo tipo de insultos y graves acusaciones contra el PSOE, acusándoles entre otras muchas cosas de aliarse con un partido golpista que pretendía romper España. El propio presidente del PP Núñez Feijóo, llego a afirmar que no fue Presidente del Estado pudiendo haberlo sido, por negarse en redondo a negociar y pactar nada con los independentistas que solo pretendían hacer saltar por los aires la unidad de España.
Pasado el tiempo el categórico y visceral rechazo a apoyarse en JUNTS para nada, se ha ido disolviendo como un terrón de azúcar en el café. De repente aquellos a quienes no se podía ni mencionar y que no existían a efectos de cualquier tipo de negociación, han pasado a ser para los conservadores y la extrema derecha la clave para desbancar a Sánchez de la Presidencia del Estado Español. El mensaje de la aceptación de los siete votos independentistas catalanes para poder montar una moción de censura, supone un cambio radical y es el mejor ejemplo de lo que viene a ser la política del absurdo.
Este acercamiento y aceptación de los votos independentistas a día de hoy, deja en muy mal lugar al PP en general y a Núñez Feijóo en particular. Se suele decir que rectificar es de sabios, si bien en este caso lo que hace es poner en duda la capacidad del máximo dirigente de la derecha para estar al frente del PP. Lo que antes era inasumible y ahora es aceptable, solo hace que incluso en el propio PP se puedan estar preguntando, si ahora vale JUNTS para aupar a Núñez Feijóo a la Presidencia de España vía moción de censura, ¿por qué no valía en su momento para utilizarlos en una investidura?
Aun suponiendo que se aceptara la posibilidad de negociar con ellos la moción de censura, con el único objetivo de convocar de forma inmediata unas nuevas elecciones, cabe seguir preguntándose por qué no se aplicó esa misma teoría en la fase de investidura.
La necesidad de una incesante búsqueda de votos de los partidos políticos, hace que las ideologías que en su tiempo fueron la base de la política, hayan pasado a un segundo plano. Lo que prevalece es el objetivo de sumar adeptos y por tanto votantes y, si para ello hay que invadir el espacio ideológico de otros, se hace y punto. Lo que abunda actualmente es el ideario de Marx, pero no el de Karl, más bien el de Groucho «estos son mis principios, si no les gustan tengo otros».
Sin duda hacer política hoy es un patético acto de funambulismo.
Lo absurdo de la política
19/01/25 4:00
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