Cuando Franco falleció yo apenas tenía 10 años. Recuerdo que los niños estuvimos una semana sin colegio y al regresar hicimos unos ‘collages’ con imágenes de todo lo que había ocurrido, desde los funerales de Franco hasta el nombramiento del Rey. Durante unos días en la televisión, en los dos canales que había en aquella época, solo se veían programas sobre la figura de Franco, los informativos, y la capilla ardiente del dictador en el Palacio Real de Madrid, por donde iban pasando miles y miles de ciudadanos. El resto de la programación lo completaba música clásica en señal de duelo.
Los años posteriores al fallecimiento del dictador fueron momentos apasionantes e incluso siendo un niño podías ver a tu alrededor un clima de ilusión por los cambios políticos que se estaban viviendo en España. Recuerdo los primeros mítines políticos que hubo en Palma ya que vivía al lado de la Plaza de Toros, donde se celebraban todos los actos, que fueron multitudinarios, para las primeras elecciones democráticas. Mi padre acudió a todos los mítines para escuchar a los candidatos y al llegar a casa contaba lo que habían dicho Carrillo, Suárez o Felipe González.
Aquellos años fueron intensos políticamente pero siempre percibí que se respiraba un clima de concordia social. Supongo que muchas de las personas que habían vivido la guerra civil y la dictadura franquista querían iniciar una nueva etapa olvidando el pasado, aspiraban a disfrutar de la democracia, de la libertad de expresión, y sobre todo tener la posibilidad de votar por primera vez en la mayoría de casos, y sentirse protagonistas de la elección de las instituciones.
Otro momento relevante de aquellos años se vivió en 1982 cuando Felipe González ganó las primeras elecciones generales por mayoría absoluta tras haber superado el intento de golpe de estado de 1981. Aquellas elecciones de 1982 generaron en el país una ilusión nunca vista y mucha expectación sobre lo que supondría un gobierno de izquierdas en un país acostumbrado a vivir bajo la sombra de Franco primero y con un gobierno de centro derecha después. Entiendo que los procesos para asumir tantos cambios no debieron ser fáciles, pero en aquellos momentos había políticos con bastante sentido de estado, que por encima de su proyección personal anteponían el interés general.
Por todas estas sensaciones personales que viví entre 1975 y 1982 no he entendido nunca que generaciones más jóvenes recurran tan a menudo a la figura de Franco. Es lamentable escuchar cada dos por tres a políticos relativamente jóvenes, pero muy mediocres, hablar continuamente de fachosfera a la hora de calificar a los que no se sienten progresistas o, simplemente, aquellos que comulgan más con políticas más a la derecha. Realmente utilizar el término fachosfera para insultar a los rivales políticos demuestra una indigencia intelectual muy preocupante, aunque por desgracia se ha convertido en algo muy habitual también en Ibiza por personajes que ya no hacen gracia ni a los suyos.
Por eso sorprende ahora que el Gobierno de Sánchez haya organizado un centenar de actos para conmemorar la muerte de Franco. No se crean que lo haga para defender la democracia sino para mantener un clima de confrontación ideológica, dividir a la sociedad entre buenos (ellos, los progresistas) y malos (la fachosfera). Cuando Sánchez impulsa estas iniciativas solo pretende crear un ambiente que evite un gobierno de PP y Vox a medio o corto plazo. Hubiese sido más productivo que Sánchez, en lugar de luchar contra un dictador fallecido en la cama hace casi 50 años, dedicase todos sus esfuerzos por acabar con el tirano de Venezuela o incluso para finiquitar el decadente régimen comunista de Cuba.
Ante lo que estamos viviendo en los últimos años, y sobre todo con los intentos del Gobierno de silenciar a medios de comunicación independientes, no creo que la gran preocupación de lo españoles en estos momentos sea un dictador fallecido hace medio siglo. Por mucho que se empeñe Sánchez, Franco no es ahora un problema que preocupe a nadie. Lo preocupante es hacer política partidista y sectaria utilizando a un muerto.