En un artículo de opinión publicado en este periódico el pasado 22 de diciembre, titulado «Lo que tú digas, Pepe» y firmado por Joan Miquel Perpinyà, el autor menospreciaba de una manera sospechosamente visceral la propuesta de cambio de horarios realizada por la Asociación Empresarial de Ocio Nocturno – Noches de Ibiza, que tengo el honor de presidir. El articulista lo hacía sin argumentos ni entrar en ningún momento a valorar la raíz del problema, sino recurriendo exclusivamente a la descalificación y el menosprecio hacia nuestro colectivo.

Dicha petición, de la que informamos públicamente en su día, fue realizada por nuestra asociación al Consell Insular d’Eivissa, que es la Administración competente para regular las actividades complementarias de ocio musical y baile que desarrollan hoteles y restaurantes. Hay que recordar –cosa que obviaba el Sr. Perpinyà en su artículo–, que dichos establecimientos, pese a no disponer de una licencia de actividad para ejercer como discotecas ni afrontar planes de seguridad, aforos mucho más limitados y otra colección de dificultades a las que sí tenemos que responder el resto del sector, ofrecen espectáculos al aire libre, en muchas ocasiones previo pago de una entrada, con dj’s internacionales.

Hoteles discoteca y clubes de playa actúan amparándose en las declaraciones responsables y el vacío legal establecido por la Ley Turística de 2012, que permite la posibilidad de que estos establecimientos realicen «actividades complementarias». Ello, a pesar de que dicha ley en ningún momento especifica que dichas iniciativas puedan tener carácter musical o de baile. El resultado fue un cambió drástico en el modelo que existía hasta entonces, sin que se produjera ninguna negociación ni comunicación previa con el sector legalmente establecido, rompiendo la paz social que había existido en los años precedentes.

La realidad es que dichos locales ejercen una competencia desleal hacia nuestro sector, operando además en unas condiciones enormemente ventajistas. Eso en cuanto a los efectos sobre nuestro gremio, porque no debemos olvidar que este nuevo ocio diurno ha tenido otras consecuencias directas sobre la sociedad en general, como son la saturación con ruido y multitudes, y la privatización de facto de numerosas playas y zonas de costa, provocando un intenso movimiento social en contra.

Ante dicha coyuntura, nuestro colectivo ha reclamado un cambio de horarios que se resume así: que las discotecas reduzcamos el tiempo de apertura –actualmente es de 16 horas a 6 de la madrugada del día siguiente–, a otro periodo que comience a las 22 horas y concluya a la misma hora que la normativa vigente, quedando un intervalo de actividad de 8 horas. Y que, en paralelo, se regule por fin el horario de las citadas actividades complementarias, que solapan el horario vespertino de las discotecas, estableciendo el cierre a las 20 horas, que es la hora en que comienza a atardecer. En ningún momento se ha pretendido que dichos establecimientos dejen de ejercer su actividad principal en el horario establecido por sus licencias; es decir, que sigan trabajando como restaurantes, hoteles, etcétera, pero sin ocio musical de baile más allá de las 20 horas.

La medida no sólo beneficiará a la industria del ocio nocturno, sino también a otros negocios que han visto reducida drásticamente su actividad, como restaurantes tradicionales y comercios, y zonas tan específicas y necesitadas como el Puerto de Ibiza o el centro de Sant Antoni.

Sin embargo, el Sr. Perpinyà menospreciaba dicha propuesta, calificándola de «estrambótica y delirante». Se ve que para él es menos estrambótico y delirante que los chiringuitos de playa y las terrazas de los hoteles, y hasta algún alojamiento rural ubicado en suelo rústico, se travistan de discotecas al aire libre, prolongando la fiesta hasta la madrugada. ¿Acaso le parece menos estrambótico y delirante que el registro de actividades turísticas del Consell Insular haya aceptado inscribir como sala de fiestas para casi 8.000 personas la terraza de un hotel de Platja d’en Bossa que no tiene puertas ni paredes?

El único argumento en contra de nuestra pretensión que esgrimía el articulista es que sólo acudieron a votar a nuestra asamblea general 6 de los 16 asociados que forman parte de AEON – Noches de Ibiza, aprobándose por cuatro votos a favor y dos abstenciones.

Dicho resultado, según nuestros estatus, valida por completo la decisión, de la misma forma que ocurre en tantos colectivos empresariales, sociales, deportivos, etcétera. Por lo tanto, sólo cabe concluir que el Sr. Perpinyà escribe desde la más absoluta ignorancia o, aún peor, al dictado de la voz de su amo. La presencia del 37,5% de los asociados en una asamblea general es mucho más alta que la media, pues son muchas las asociaciones, incluso diría que la inmensa mayoría, que aprueban cuentas, proyectos y estrategias de futuro con una presencia de asociados que rara vez supera el 10%.

La inquina y el nivel de desprecio que regurgita el Sr. Perpinyà va mucho más allá del debate intelectual, situándose en un estadio meramente personal, pese a no conocernos de nada. Tal vehemencia, además de denotar una insultante falta de ética profesional de quien va de periodista por la vida, únicamente puede significar que el personaje, escribe al dictado de los intereses espurios de quien lidera un sector que prefiere seguir inmerso en el caos actual, cual lacayo.

A las discotecas nos obligaron a aislarnos acústicamente en los años 90 y varios se arruinaron en el proceso. Ahora, por el contrario, se permite la música al exterior, como ocurre a diario en Platja d’en Bossa, s’Arenal, es Jondal y tantos otros lugares. Y pretende el Sr. Perpinyà que muramos en silencio mientras dicha competencia se nos adelanta a diario y nos deja sin clientes, a pesar de que nosotros sí hemos llevado a cabo todo lo requerido por las leyes y las administraciones. El agravio comparativo y la injusticia son superlativos, y no callaremos.

En todo caso, hay que darle las gracias al Sr. Perpinyà por esta nueva oportunidad para avivar el interés en la cuestión, que a nosotros tanto nos preocupa y que las instituciones insulares, muy especialmente el Consell, llevan años eludiendo.

Aquí nos tiene, en definitiva, para debatir cuando guste.