Ana Obregón y Ramón García durante Las Campanadas de 1996. | RTVE

Hubo un tiempo en el que ver las campanadas por la tele era ver cierto glamur, elegancia, qué sé yo, gente distinguida y con una trayectoria profesional destacable. Este año TVE nos ofreció vulgaridad a raudales; inclusiva, eso sí. Dos mamarrachos gritones a quienes a duras penas se entendía, aunque seguramente sea mejor así. Un fideo con un bombo y una ‘influencer’ que lo llevaba incorporado. Qué tiempos aquellos en que veíamos en la televisión pública a Ana Obregón y Ramón García, despedir el año y celebrar la entrada del Año Nuevo retransmitiendo desde la Puerta del Sol. Aquello sí que era una tele de calidad. Ahora prima la chabacanería y el cutrerío sin la menor finura, a lo bestia, pagado a escote por todos los contribuyentes. Es lo que le gusta a la gente y así RTVE ha vuelto a ser la cadena más vista en fin de año. De IB3 no diré nada, ni bueno ni malo, así que ya se imaginan lo que opino de lo que ofreció a los espectadores la tele pública autonómica. Lo de Pedroche, la verdad, ya aburre. Lo único bueno es que casi se atragantan todos los televidentes cuando la vieron. Recuerdo aquel fin de año de 2003 retransmitido por Telecinco desde el puerto de Muxía (A Coruña), donde recogían chapapote. Si este fin de año hubiesen hecho lo mismo, se van a Paiporta y se comen las uvas si los sulfurados vecinos no los matan antes. Y es que nada es igual. Suerte que unos días antes de terminar el año en La 2 se curraron un especial con motivo de los 40 años de La bola de cristal que nos retrotrajo a nuestra infancia, cuando la tele estaba plagada de talento, creatividad y buen gusto; con Alaska cantando el A quién le importa y Santiago Userón, La bola de cristal. Ahora da pena. Y en Nochevieja, además de pena, vergüenza. Si esto sigue así, me veo a la medianoche ya acostado y todo eso que me ahorro. O haré lo que este año, poner la radio y ahorrarme disgustos.