Una imagen de la ciudad de Ibiza durante el estado de alarma. | Archivo

La Justicia ha desestimado las acusaciones que pesaban sobre el presidente del Consell Insular de Eivissa por la contratación de una campaña promocional titulada La Vida Islados. En un auto, el juez no sólo le exime de cualquier responsabilidad, sino que revela una forma de gobernar basada en el sentido común y el sentido de Estado. Un auto que destapa aquelarres, conjuras y deslealtades en su contra, y cuyos antecedentes deben ser recordados.

​Situémonos en marzo de 2020. El Gobierno de España decretó el estado de alarma. Las consecuencias, difíciles de olvidar. Aeropuertos inhóspitos, solo transitados por turistas regresando a sus casas ante el inminente cierre de fronteras. Hoteles sin huéspedes, restaurantes sin clientes y comercios sin consumidores. Playas sin nadie, calles desiertas, empleados sin empleo y empresarios sin mercados. Persianas bajadas. En Eivissa se avecinaba un desplome económico de magnitudes desconocidas. Durante más de tres meses no llegó turista alguno: la mayor caída económica del siglo presente.

​Había que reaccionar y hacerlo rápido. Anticiparse. Estar preparados para el día en que las fronteras volvieran a ser transitables. Llegar a ese punto de partida con la reputación de nuestro destino indemne y bien posicionado en el mapa como un lugar fiable y seguro.

​En momentos excepcionales había que tomar medidas excepcionales. A petición de los sectores económicos, Vicent Marí lo hizo. Contrató por la vía de emergencia una campaña de promoción turística que tuvo un certero impacto sobre nuestros potenciales mercados, diseñada para no perder competitividad cuando la normalidad se fuera imponiendo. Sin embargo, ese contrato colisionó con la interpretación de la Intervención del Consell Insular que, en su función fiscalizadora, pretendió anular la campaña imponiendo un reparo al procedimiento empleado en la contratación.

​Vicent Marí, en su condición de presidente del Consell Insular, asumió la responsabilidad y levantó el reparo con arreglo a ley que le habilita.

​Sin embargo, al PSOE ibicenco le pudo más la política y la ira contra su adversario que la quiebra de nuestra economía, que la agonía de nuestros sectores productivos y la desesperación de la gente.

​El PSOE ibicenco denunció a Vicent Marí basándose en los impedimentos reprochados por la Intervención del Consell Insular. Lo denunció ante el órgano creado deliberadamente por Francina Armengol para la destrucción del adversario: la oficina anticorrupción. Todo atado.

Disciplinadamente, la oficina anticorrupción fabricó una denuncia que elevó a la Fiscalía en la que envolvía de apariencia criminal la contratación de la campaña y el levantamiento del reparo por Vicent Marí. El PSOE ibicenco persiguió la vía penal -nunca la vía contencioso-administrativa-, un comportamiento que evidencia que lo que se pretendía era deshonrar y destruir no sólo al político, sino a la persona, imputándole delitos tipificados en el Código Penal que llevan aparejadas penas de cárcel e inhabilitación. Casi nada.

​El sesgo político con el que actuaba el PSOE ibicenco y la oficina anticorrupción era evidente. Tanto es así, que hoy se encuentran procesadas personas vinculadas al Partido Socialista por sospechas de corruptelas en casos que nunca fueron del interés de la oficina anticorrupción.

Crearon esta estructura y la pusieron al servicio del PSOE para impulsar el procesamiento judicial y público de personas inocentes vinculadas al Partido Popular. La decisión de Marga Prohens de eliminar ese chiringuito fue la acertada.

​El poder se gana o se mantiene a través de los cauces democráticos que nos hemos dado. Estas son las reglas del juego. Intentar alcanzar el poder o mantenerse en él a través de mecanismos ilegítimos también tiene un nombre. El PSOE ibicenco quiso recuperarse de sus amarguras electorales a través de infundios, bulos y calumnias, pero la Justicia siempre te acaba parando los pies.

​Teniendo la oportunidad de rearmarse con nuevos liderazgos, el PSOE ibicenco ha renunciado a ser un partido moderno. Ha decidido no cambiar. Solo chapa y pintura. Siguen en el lado equivocado del tablero. Siguen el camino de los de antes, los de siempre. Más pendientes de las familias del partido que de las familias de la calle. Un PSOE que sigue sembrando vientos sin pensar en las tempestades. Un PSOE en el que todavía están recogiendo los cascotes del derrumbe interno que les ha generado su última derrota.

Nadie discute que la tarea de gobernar es sumamente compleja. Que tiene aciertos y también fracasos. Que se recordará a los gobernantes que lo intentaron todo tomando decisiones complejas en situaciones extremas. Y sobre todo, se recordará a quienes llegaron a la esfera de lo público para defender el interés general más allá de los intereses políticos. Hoy tenemos a uno de esos hombres al frente del Consell Insular de Eivissa.