La presidenta del Govern balear, Marga Prohens, durante una sesión de control en el Parlament balear. | Europa Press - Isaac Buj

Desde el punto de vista democrático un gobierno que no puede aprobar un presupuesto debe buscar opciones políticas para poder desarrollar su programa electoral. Existen varias y una de ellas es el adelanto electoral. No tiene sentido que el actual Govern de Prohens pueda seguir los más de dos años que restan de legislatura para no poder desarrollar algunas de sus proyectos, sobre todo aquellos vinculados a la vivienda.

Nos hemos acostumbrado a un Pedro Sánchez que le importa un pimiento seguir los años que hagan falta sin nuevos presupuestos, pero eso no es lo razonable a nivel político. Ahí tenemos el ejemplo alemán, que ante las dudas de falta de respaldo del nuevo gobierno se han convocado nuevas elecciones en febrero. Lo mismo ocurriría en los países con mayor tradición democrática.

Por todo ello, Prohens tiene un gran dilema. Si adelanta elecciones es previsible que pueda mejorar sus resultados, aumentar el número de escaños, pero también existe el riesgo de no alcanzar la mayoría absoluta. En todo el PP son conscientes de que el escaño de Formentera, ante la crisis provocada por Llorenç Córdoba, volvería a manos de la izquierda, con lo cual las previsiones deben hacerse con un escaño menos del que Prohens dispone actualmente.

¿Y de dónde puede sacar votos Prohens? La actual presidenta del Govern sabe que no es lo habitual que haya un trasvase de votos de la izquierda al PP, pero sí que el PSOE, sobre todo, puede sufrir un fuerte descalabro ante todos los casos de corrupción que han aparecido en los últimos meses a nivel nacional. Los votos que no sumaría el PSOE beneficiarían a Prohens a la hora de aplicar la Ley d’Hondt. También es previsible que Podemos, que ahora tiene un diputado en Balears, se vea perjudicado en unas hipotéticas nuevas elecciones y es una gran incógnita si partidos como el Pi pudiesen entrar en la Cámara, aunque esta formación regionalista se ha ido difuminando en los últimos meses hasta la irrelevancia.

En cambio, Prohens también es consciente de que Vox puede mantener el actual número de diputados en el Parlament y que, incluso, las nuevas elecciones permitirían recuperar a la formación de Abascal los escaños de los dos tránsfugas (Buades y Cardona) y echar a aquellos parlamentarios que no están alineados con la línea oficial, Rivas y Rodríguez, que en cualquier momento pueden irse al grupo mixto.

Si se da por hecho que Prohens perdería el diputado de Formentera y pudiese ganar dos o incluso tres de la debacle socialista, la presidenta balear todavía no sumaría los 30 diputados de la mayoría absoluta. Es decir, todo podría quedar más o menos igual y Vox no sufriría ningún desgaste, con lo cual Prohens debería recurrir a sus antiguos socios para seguir gobernando.

Otra cuestión nada menos es que Vox apoya a gobiernos del PP en Ayuntamientos y en el Consell de Mallorca. El adelanto electoral supondría la ruptura de estos gobiernos y, por lo tanto, la crisis se podría agravar mucho más.

Hacer política con mayúsculas supone tomar decisiones valientes, eso está claro, pero hay que estudiar muy bien las consecuencias. Antes de convocar elecciones Prohens tiene varias opciones. En primer lugar, buscar acuerdos puntuales con la izquierda. En segundo, presentar una cuestión de confianza para que Vox diga si apoya a Prohens o se alinea con la izquierda. En este contexto, el único que tiene que estar ahora mismo muy preocupado es Negueruela, cuyo grupo puede quedar muy menguado con nuevas elecciones. Eso también lo sabe Prohens. Porque ha quedado claro que a Vox no le preocupa lo más mínimo una nueva convocatoria electoral, al menos en estos momentos.