Ópera de Sydney. | pattyjansen - Pixabay

Australia, el país más grande de Oceanía y sexto del mundo, se encuentra rodeado por los océanos Índico y Pacífico, siendo tradicionalmente conocido por la Ópera de Sidney, la gran barrera de coral, el boomerang, los canguros o sus aborígenes, pero que entró definitivamente en nuestras vidas a través del personaje cinematográfico de Cocodrilo Dundee. Concentra diversos tipos de paisajes y climas que abarcan desde zonas desérticas a selvas tropicales pasando por altas cordilleras. En sus orígenes sirvió como colonia penal inglesa y, en la actualidad, es uno de los países más desarrollados, concretamente la decimotercera economía mundial, encontrándose también entre los primeros países del mundo en calidad de vida, educación, seguridad, derechos civiles y políticos y, en especial, sanidad.

Tal es así, que una agencia científica gubernamental del país, La Organización de Investigación Científica e Industrial del Commonwealth, conocida por sus siglas en inglés CSIRO, ha creado una app denominada ‘Chart your fart’, lo que viene a ser, en cristiano, ‘Registra tu pedo’, una aplicación móvil para que la población ofrezca datos reales sobre sus flatulencias, lo que supuestamente servirá para llevar a cabo un estudio sobre la salud de los ciudadanos australianos al comprobar cómo la expulsión excesiva de gases impacta en la salud, creando patrones que podrían mejorar la comprensión de las enfermedades intestinales y desarrollar recomendaciones personalizadas para prevenir trastornos digestivos. De hecho, la experta en nutrición de la agencia ha afirmado que «lo creas o no, los pedos dicen mucho sobre lo que ocurre en nuestro organismo». Quién lo diría. De esta forma, a través de una app que se encuentra disponible para mayores de 14 años y residentes en Australia, los ciudadanos registrados pueden ofrecer información durante tres días sobre la cantidad y calidad de estos gases con un alto grado de detalle sobre sus atributos tales como el olor, el sonido, el volumen, la duración, la frecuencia, la intensidad, la persistencia o su detectabilidad, pudiendo incluso, ojo al dato, adjuntar las grabaciones de la mascletà pues, como indican sus creadores en la App Store, «queremos oírlo, incluso aquellos silenciosos».

¿Se imaginan esta aplicación implementada en nuestro país? Ya me veo a los grupos de colegas picándose a ver quién gana clavando la mejor descripción y grabación del chupinazo. Vamos, ni con la Liga Fantasy de Marca se divertirían tanto. No me quiero ni imaginar el grado de detalle de la explicación de la obra de arte que iban a brindarnos, lo que podría ser tal que así: a ver, de olor lo definiría como con pequeños toques afrutados y esencia de macadamia, de sonido tirando más bien a trompetero que a pelota pinchada, con un volumen que hasta el vecino lo ha oído y los tabiques no son de pladur, con más duración que un día sin pan, una frecuencia de disparo como por fascículos, con una intensidad digna de ser llevado a Got Talent, con una persistencia estilo mochila, vamos, de esos que te siguen a todas partes, y con una detectabilidad aplastante. A esto adjúntele un video demostrativo rollo Tik Tok y ya está la falla montada. Aunque parezca una noticia del día de los inocentes les aseguro que es real. Ya ven, todo sea por la ciencia.

Pero si pudiéramos evolucionar la aplicación a una versión 2.0 made in spain deberíamos añadir más datos relevantes para aumentar la eficacia y precisión del estudio, como si son silenciosos y a traición, que son sin duda los más letales, o sonoros, de los que te da tiempo a adoptar mecanismos de defensa. Resultaría relevante conocer el lugar de la deposición, pues es por todos conocido que no es lo mismo el de debajo del nórdico, que aún lo levantas rollo masoquista para hacerte el harakiri, que el del ascensor en soledad al que después sube alguien y se hace el silencio. Tampoco el de sus consecuencias, que pueden ser del tipo no deja huella o, por el contrario, del estilo pegatina, frenazo o huevo kínder con sorpresa. Importaría también saber el momento, porque no es lo mismo el mañanero, para empezar bien el día, que el nocturno, con el que puede parecer que hay tormenta. Evidentemente, las formas son importantes, porque está el muy evidente, que se lanza tras una leve inclinación del cuerpo sobre la silla como los pilotos de motociclismo, o aquel que se intenta disimular a través del mundialmente conocido como estornupedo. Como no, resulta importantísimo conocer si se degusta en soledad o se disfruta en compañía y, en especial, si ésta es la pareja, porque en ese caso estamos ante un claro síntoma de confianza y estabilidad de la relación. Ya saben, al principio hay mucha vergüenza y pudor, pero una vez que se abre la veda ancha es Castilla. Ya decía Quevedo, el escritor del Siglo de Oro, no el cantante de reguetón, en su tratado Gracias y desgracias del ojo del culo, que «es probable que llega a tanto el valor de un pedo, que es prueba de amor, pues hasta que dos no se han peído en la cama, no tengo por muestra el amancebamiento». Hasta un poema le hizo al pedo el genio de Francisco en La vida del Buscón.

A ver, que en el fondo no se trata más que de gases compuestos por hidrógeno, anhídrido carbónico, nitrógeno y metano que, a priori, no deberían oler mal, debiéndose lo contrario meramente a factores relacionados con la alimentación de su dueño, constituyendo en todo caso un indicador de salud gastrointestinal. Tal es así que el olor es único y personal, por lo que, atención, podríamos llegar a ser identificados por ellos. Ríete del reconocimiento facial y de la inteligencia artificial. Incluso en países como Nueva Zelanda o Dinamarca las flatulencias de los animales, sobre todo de las ovejas y vacas que pueblan sus verdes pastos, y la expulsión de metano que ello conlleva, se ha convertido en tal problema para el medio ambiente que hasta se grava a los ganaderos con un impuesto. Como será la cosa que hasta existe lo que se denomina Eproctofilia, que no es más que el fetichismo que algunas personas sienten por este tipo de gases. Se quedan muertos ¿no? Pues resulta, agárrense, que es más habitual de lo que pudieran imaginar. Pero, a pesar de que haya dado siempre tanto juego el tema y sea objeto de bromas y risas, lo cierto es que la expulsión de estos gases es algo completamente natural y necesario, así como una inequívoca señal de que nuestro sistema digestivo funciona perfectamente expulsando el exceso de gases que se generan al descomponer y procesar los alimentos que injerimos, un buen indicador corporal de nuestro estado de salud interno y microbiota intestinal. Vamos, que no se fíen de quien niegue realizar esta práctica porque, sencillamente, les está mintiendo. En caso contrario explotarían como un globo ¡Boom! Y es que ya lo cantaba la princesa Elsa en Frozen con su «suéltalo, suéltalo», como también lo decía Shrek, ese ogro verde que vivía en una ciénaga y se enamoró de la princesa Fiona, con su ya famoso «mejor fuera que dentro».