Sant Francesc. | Moisés Copa

Vi en la TEF la entrevista que le hicieron en el programa Bona nit Pitiüses a Manuel Oya, miembro de la plataforma ‘Deim prou’ de Formentera, y me reconfortó oírle decir que «al menos tenemos la sensación de que el pueblo de Formentera ha despertado de una situación de anestesia». Han tardado un año en darse cuenta de la gravedad de la crisis, pero la protesta de la semana pasada parece indicar que han tomado conciencia de lo que sucede y lo que está en juego: la propia democracia y el autogobierno de la isla. Ya era hora. Cuesta entender que ante lo que han estado haciendo sus representantes políticos durante el último año, nadie alzase la voz para reclamar una solución que ponga fin a este esperpento sin precedentes, que ha abocado al Consell de Formentera a la parálisis y el desgobierno más absolutos. Como si no fuese con ellos, como si no les incumbiese o les diese igual. Pero al fin se han dado cuenta de que ellos son los principales perjudicados del secuestro de la institución por parte del presidente Llorenç Córdoba. En cualquier organización, ya sea una asociación o un equipo de gobierno, si el presidente se queda sin el apoyo de sus compañeros de la junta directiva, no tiene otra opción que presentar su dimisión. Sin apoyos y en solitario, no se puede seguir al frente. Pero ahí tenemos al mariscal Córdoba, que continúa como si nada porque sólo le importa seguir cobrando el sueldo de presidente tanto tiempo como pueda. Y como los partidos de Formentera son incapaces de acordar una moción de censura, que es el instrumento legal y político para apartarle del cargo, así estamos. «Esta situación es una falta de respeto al pueblo de Formentera. (…) Hemos estado callados, pero ahora decimos basta», afirma Oya. Tiene razón. Dado que sus representantes no lo arreglan, le toca a la ciudadanía hacerlo. El poder es suyo, asúmanlo.