Valencia, a la que Padilla dedicó su pasodoble, fue fundada por el imperio romano como lugar de retiro de sus valientes legionarios en la costa levantina, a orillas del río Turia y bañada por el cálido mar Mediterráneo. Es internacionalmente conocida por su paella, pero también por las Fallas, fiestas declaradas de interés turístico internacional y patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, que tiene su origen en la veneración de los carpinteros de la ciudad a su patrón, San José, prendiendo fuego a trastos viejos, lo que evolucionó hasta convertirse en auténticas obras de arte efímero que son devoradas por las llamas purificadoras cada 19 de marzo. Desde la Crida hasta la Cremà, pasando por la Plantà y la Ofrenda, la ciudad se llena de música, flores y pólvora, elementos que moldean el carácter de los valencianos y conforman su identidad como pueblo. El eje vertebrador de las fiestas josefinas lo integran las comisiones de falla, diseminadas a lo largo y ancho de la ciudad, pero presentes también en otras poblaciones, como Sa Nostra Falla de Ibiza. Durante el año desarrollan actos culturales y festivos que sirven de elemento de unión y cohesión social de sus integrantes, plantando los monumentos en que se representan cuestiones de actualidad política o social a través de un remate central circundado por escenas con ninots cargados de feroz sátira, crítica e ironía.
La característica luz de la ciudad, captada como nadie por Sorolla en sus lienzos, se apagó cuando el cielo se resquebrajó con unas precipitaciones de dimensiones bíblicas que provocaron el desbordamiento de ríos y barrancos devastando poblaciones enteras que dejaron imágenes apocalípticas propias de zonas de guerra. Han corrido desde entonces ríos de tinta sobre la tragedia, con centenares de pérdidas humanas e incalculables daños materiales de los que costará tiempo reponerse. También sobre la deficiente gestión preventiva y paliativa llevada a cabo por las autoridades competentes y, como no, sobre las emotivas muestras de solidaridad con los vecinos de las zonas afectadas. Ahora, una vez calmadas las aguas, salvado el mayor número de vidas humanas posible, recuperadas las infraestructuras básicas y restablecido el abastecimiento de servicios y productos esenciales, es el momento de prender la mecha. Senyor pirotècnic, ¡pot començar la mascletà!»
Porque el lema de la falla que nos deja la tragedia sería algo así como «dos tontos muy tontos», título de aquella comedia estadounidense de 1994 protagonizada por Jim Carrey y Jeff Daniels. Su remate central estaría integrado por dos enormes bustos. Uno, el del presidente de la Generalitat Valenciana, exvocalista del grupo musical Marengo, que llegó a presentarse sin éxito a Eurovisión enfrentándose a dos prodigios de la canción española como Sonia y Selena, y que acabó siendo, cosas de la vida, el máximo responsable de alertar a la población ante la ola de destrucción que se avecinaba y, tras el destrozo producido, de coordinar las labores de rescate, resistiéndose incomprensiblemente a recabar toda la ayuda necesaria del gobierno central, ante la evidente limitación autonómica de medios, que tan solo llegó tras cinco largos días de agónica espera. Con un curriculum así, estaba cantado que daría la nota. Eso sí, menuda comida se atizó. Otro, el del presidente del Gobierno, que ante tamaña catástrofe, necesitada de la inmediata movilización de todos los recursos del Estado, se limitó a mantenerse al margen soltando su ya famoso «si quieren ayuda, que la pidan», justificando su inacción en el hecho de «vivir en un país descentralizado», para acabar pretendiendo vincular la concesión de las ayudas a los afectados a la obtención de los apoyos necesarios para aprobar los Presupuestos. Con estos mimbres nadie esperaría que, en el pueblo del Palleter, fueran a ser tan bienvenidos como el Mister Marshall de Berlanga. Si llegan a ir por Chiva les sueltan el Torico de la Cuerda y ¡tots per l’aire! Eso sí, cuánta premura, diligencia y medios para detener a los supuestos agresores. Curioso ¿verdad?
En la primera de las escenas que encontramos bajo el remate se sitúa el ninot del Ministro del Interior, que al ser preguntado sobre los desaparecidos declaró que no podía dar cifras fiables porque «no podemos concluir razonablemente que esa cifra es la que es y que son desaparecidos relacionados con la DANA». Vamos, que los desaparecidos podrían estar realmente de parranda en la ruta del bacalao. Casi nada. La segunda estaría formada por los ninots de la multitud de detenidos por robos en las zonas afectadas, a los que deseo que el peso de la ley los aplaste sin piedad. Aunque, vaya usted a saber, porque tal vez el Ministro considera que estos actos delictivos no son fiables porque no se puede concluir razonablemente que sean cometidos como consecuencia de la DANA. En la tercera escena encontraríamos el ninot de la Consellera de Industria y Turismo, que con una delicadeza y empatía exquisita, mandó a los familiares de los fallecidos a esperar noticias de sus seres queridos en sus casas. Mira, que casualidad, justo el mismo sitio donde la vamos a mandar de patitas. A su lado estaría el ninot de la Consellera de Justicia e Interior, que desconocía que se pudieran enviar alertas a los móviles. Vaya, ese día parece que hizo pellas en clase. La última escena estaría formada por los ninots de los responsables futboleros que permitieron que, en un fin de semana tan amargo y doloroso, se jugara la jornada de Liga. Como dijo Arrigo Sacchi, «el fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes». Ya saben, la pela es la pela. Y no podemos olvidar el ninot indultat de la falla, dedicado a Su Majestad el Rey, cuya determinación, arrojo y valentía quedó fuera de toda duda, aun a sabiendas de que en Xàtiva tienen a su predecesor colgado boca abajo. Lástima que errara en el tiempo y en las formas, pero, sobre todo, en la compañía.
Y tras la Plantà llega el momento de entregar las recompensas falleras, correspondiéndole en esta ocasión el Bunyol d’Or i Brillants amb Fulles de Llorer a todos los trabajadores al servicio de la administración que, con verdadera vocación de servicio público, auxiliaron y socorrieron a las víctimas de la catástrofe, pero, especialmente, a los miles de voluntarios que con su sacrificio, generosidad y solidaridad, movidos exclusivamente por un sentimiento tan fallero como el de la germanor, han contribuido desde todos los rincones del país a mitigar la magnitud de la tragedia. Todavía me emociona recordar aquel grupo de vecinos que, en mitad de la calle, en un decorado de película de ciencia ficción y con el barro hasta las rodillas, entonaban juntos y erguidos el himno regional. Me dijo días atrás David, mi buen amigo de la Falla Peset, que «va a costar volver a la normalidad. Es una brutalidad, pero de todo se sale. El panorama es aterrador, pero hay que pensar en positivo», lo mismo que Maximiliano Thous quiso plasmar con su «Valencians en peu alcen-se, que nostra veu la llum salude d’un sol novell». Porque, igual que las Fallas renacen de sus cenizas cada 15 de marzo, también nosotros volveremos a levantarnos. Vixca València.
1 comentario
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Asombrosa forma de opinar sobre una hecatombe. Aparte del estilo metafórico festivo y del sarcasmo que conlleva, creo importante, con todo el respeto, contradecirle. Con la venia, es su opinión como ciudano, pero firma con apostilla de Juez decano. Y como tal, sabrá que el Govern activó alerta nivel 2 intermedio y no nivel 3, en el que toda la máxima figura pasa de Consellera a President...lo más grave es la reprimenda al Ministro, cuando declaró a prensa que no había datos fiables de desaparecidos. Y así ha sido. Han ido reformulándose recuentos y algunos desaparecidos estaban doble contados o incluso aparecieron vivos. En cualquier caso, con personas aun desaparecidas, muchas aun por enterrar, lutos pendientes y mucho mucho trabajo de recuperación de servicios por hacer, no hay mascletá posible. No hay ni gramo de pólvora seca. Ni ganas