Muebles amontonados tras la tragedia. | Reuters - Eva Manez

Cuando escribo esta pequeña reflexión para Periódico de Ibiza y Formentera el número de muertos que ha dejado el devastador paso de la DANA asciende a 155 aunque muy probablemente aumentará en los próximos días. Durante estas horas críticas, en las que muchos lloran a sus muertos y otros buscan a sus desaparecidos, es momento de estar con los afectados, apoyarles en todo y empezar a pensar desde ya en como se pueden reconstruir las zonas más afectadas. Humildemente creo que no es el momento de enfrentamientos partidistas, del tradicional echarse la culpa por todo de la política española, y sí de la unidad entre partidos por más que les separen supuestas ideologías o rencillas enquistadas desde hace ya demasiado tiempo. Como sí de verdad les importaran los ciudadanos de a pie, porque ya habrá tiempo, en las próximas semanas, de analizar de la manera más objetiva posible qué es lo que ha fallado.

Pero permítanme que una semana más centre mi pequeña reflexión en el peligro de la desinformación y de los bulos, sobre todo cuando se nutren de la desesperación, del miedo o de la impotencia ante el no saber que hacer, y que en el caso de esta terrible DANA acabaron creciendo en las redes sociales al mismo ritmo que el nivel del agua durante las horas más críticas como ya vimos que sucedía en otras catástrofes ocurridas este año como los huracanes de Florida o los terremotos de Japón.
Algo que conviene tomarnos todos en serio porque este fenómeno es, desgraciadamente cada vez más habitual y al mismo tiempo cada vez más complicado luchar contra él, y porque, como aseguran los expertos, quienes lanzan estas informaciones falsas, «lo que buscan fundamentalmente es acabar con el orden social establecido y generar desconfianza, en este caso tanto en la ciencia como en las instituciones o quienes trabajan para ayudarnos en todo lo posible» generando imágenes a través de las nuevas tecnologías o la Inteligencia Artificial en las que ya no sabemos qué es verdad y que no lo es.

Con la DANA hemos asistido a numerosos ejemplos de todo ello. Por ejemplo, en las horas inmediatamente después a la tragedia, el inspector jefe del Consorcio Provincial de Bomberos de Valencia, José Miguel Basset, tuvo que pedir encarecidamente a los ciudadanos que se informaran «exclusivamente a través de canales oficiales y rigurosos». No fue el único que hizo un llamamiento desesperado para que frenara esta catarata de desinformación. El presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, tuvo que desmentir insistentemente que se hubiera dado orden de evacuar ningún municipio, tal y como había circulado en las redes sociales que hablaban de localidades como Sedaví, Paiporta, Benetússer o Alfafar, que hubiera previsiones de desbordamiento ni avenidas de agua que pudieran afectar a nuevos municipios tras la noche del martes o que se hubiera caído el servicio del teléfono de emergencias del 112 y que, incluso, como aparecían en numeroso mensajes de la red social X, se hubiera habilitado otro teléfono de emergencias. Incluso, la Agencia Estatal de Meteorología tuvo que dedicar parte de sus esfuerzos en momentos tan complicados como los que se vivieron, a desmentir que su radar de Valencia, clave para la vigilancia meteorológica, hubiera dejado de funcionar ya que estaba operativo de «forma ininterrumpida desde la mañana del lunes de 28 de octubre».

Todas estas noticias fluyeron sin control por Internet pero una vez más los expertos alertan de que el mayor peligro está en las cadenas de WhatsApp en las que casi cualquiera puede publicar lo que le apetezca, casi de manera anónima, y que esto se viralice rápidamente. Tal y como asegura El Mundo, uno de los casos más graves fue la noticia que alertaba de la rotura de varias presas en municipios como Manises o Benagéber con mensajes en los que se aseguraba, literalmente, «se prepara otra gorda!!! Una presa de Manises se ha desbordado y se prevé otro Tsunami!!!», y que provocó importantes escenas de pánico durante la jornada y caos en los servicios de evacuación, bomberos y agentes colapsados. Y todo ello sin olvidar, el viral mensaje en el que se atribuyó rápidamente los daños de la DANA a la demolición de presas y embalses por parte del Gobierno socialista a petición, supuestamente, de grupos ecologistas aportando un vídeo de una noticia de RTVE de 2022 que nada tiene que ver con el desastre natural de hace unos días.

Precisamente esta información nos demostró que aún hay algo peor que una noticia falsa. El que sea compartida rápidamente por supuestos referentes políticos que una vez más dejan de lado la responsabilidad institucional y el bien de las víctimas en pro de su propio interés, intentando sacar rédito político de todo. Y es que, después de que el policía Samuel Vázquez, portavoz nacional de Vox en materia de Inmigración, Seguridad e Interior, fuera de los primeros en tuitear esta noticia falsa con un encabezamiento de «malditos sinvergüenzas», el presidente de su partido, Santiago Abascal, no dudó en atacar en la red social X a Ursula von der Leyen por su «ley criminal de voladura de presas» después de que la presidenta de la Comisión Europea lamentara públicamente las inundaciones en Valencia como «la dramática realidad del cambio climático», llegando a asegurar en su mensaje «que con los muertos sin enterrar esta señora está practicando el peor acto de carroñerismo» y que «si hay culpables... tú eres la primera con tu ley criminal de voladura de presas. Eres enemiga de los españoles». No fue el único, también se ha unido el nuevo eurodiputado Alvise Pérez o miles de mensajes cargados de odio, agitación y rabia como el de «malnacidos los que presumen de demoler presas y embalses que hubieran servido para aliviar las consecuencias de esta catástrofe» de un tal Vito Quiles y que según El Mundo, ya va por los más de 5.000 retuits y los más de 18.000 likes.
No sé ustedes pero yo ando preocupado con todo lo que está pasando. Porque mientras esto sigue sucediendo, cada vez con mayor frecuencia y con menos control, no puedo dejar de pensar en la frase de Marta García Aller de que dentro de muy poco «no podremos decir aquello de ver para creer», y porque tal y como asegura Beatriz Gallardo-Paúls, catedrática de Lingüística de la Universidad de Valencia, y autora del libro La voz más alta. Ruido mediático, opinión pública y Estado de Derecho, junto a José Luis Espinosa, «cuando alguien se apropia ideológicamente de un bulo siempre es muy peligroso para todos».