Coches apilados tras la tormenta. | Reuters - Eva Manez

La catástrofe de Valencia debería hacernos reflexionar sobre lo que realmente importa, por todo aquello por lo que los ciudadanos pagan sus impuestos. Resulta hasta una obviedad decir que no nos retienen buena parte de nuestra nómina todos los meses para que los diputados se salten el duelo por los muertos de Valencia para premiar con un sueldo de 100.000 euros al año a los futuros miembros del Consejo de Administración de RTVE, muchos de ellos periodistas que reparten carnets de independencia cuando en realidad son unos palmeros del poder. Seguro que había 20.000 cuestiones más prioritarias para que los diputados destinasen su tiempo el miércoles por la mañana, con más de 50 fallecidos confirmados por la catástrofe.

Este episodio vivido en el Congreso confirma lo alejados que están los políticos de la realidad ciudadana. Hay motivos para pensar que el gran objetivo de gran parte de los representantes públicos no es satisfacer las necesidades de la población sino garantizar el poder al partido que representan. O mejor dicho, garantizarse su propia supervivencia ante la imposibilidad, en muchos casos, de tener un trabajo en la empresa privada con un sueldo equiparable al que cobran actualmente como cargos públicos.

Lo que de verdad importa durante estos días es que las miles de personas afectadas por el temporal recuperen la normalidad lo antes posible, que puedan enterrar a sus muertos dignamente, que tengan un alojamiento digno mientras sus viviendas vuelven a ser habitables, y que no les falte ni comida ni agua. Me temo que muchas de estas necesidades no se están cumpliendo durante los últimos días, según cuentan los propios afectados por la catástrofe.

Me sorprende que todos aquellos que son tan vehementes a la hora de reivindicar que hay que pagar impuestos para disfrutar de unos buenos servicios públicos estén ahora más preocupados en responsabilizar a los políticos de sus errores durante el temporal en lugar de reclamar que todas las necesidades ciudadanas estén mínimamente cubiertas. De nuevo sale a la luz la hipocresía política y hay motivos para pensar que los problemas de los ciudadanos les importa un pimiento después de haberse hecho una fotografía en el lugar de la catástrofe.

Que el presidente salvadoreño Nayib Bukele haya ofrecido ayuda operativa y médica a España por la tragedia de Valencia debería avergonzarnos. Que un país tan pequeño como El Salvador, con una economía tan precaria, tenga que salir al rescate de toda una supuesta potencia mundial como España es motivo para que analicemos profundamente si vamos por el buen camino y si nuestros representantes políticos están a la altura de las circunstancias. Para eso quizás lo mejor sería pedirle a Bukele que se presente a las próximas elecciones en España.

A todos aquellos que han perdido a familiares por el temporal, a los que no pueden entrar en sus viviendas porque han sido arrasadas por el fango, y a los que tienen que comer gracias a la ayuda de sus vecinos, les importa bastante poco si el novio de Ayuso coló como gastos desgravables un coche de alquiler durante sus vacaciones. Y me temo que muchas veces los medios de comunicación colaboramos activamente para desenfocar la realidad y que nos preocupamos demasiado en cuestiones menores.

Supongo que todos aquellos que ahora mismo están impactados por la catástrofe de Valencia se olvidarán de lo ocurrido en un par de semanas, y que todo el foco político y mediático volverá a estar sobre cuestiones menores y que interesan muy poco a la mayoría de los ciudadanos. La catástrofe provocada por la DANA debería servir de experiencia para cambiar estas dinámicas tan poco útiles para los ciudadanos, pero no será así. Y luego los políticos se sorprenden cuando la población muestra tanto desinterés por la política.