El Delegado del Gobierno en Baleares. | M. À. Cañellas

La crisis migratoria que atraviesan las Illes Balears ha puesto al límite las capacidades de sus instituciones y servicios públicos. Las sucesivas llegadas de embarcaciones desde Argelia repletas de inmigrantes irregulares, en su mayoría subsaharianos, han desbordado la capacidad de acogida de las islas, con consecuencias directas para los servicios sociales, sanitarios y de seguridad. Ante esta situación, resulta inevitable fijar la mirada en el delegado del Gobierno en Baleares, Alfonso Rodríguez Badal, quien ha demostrado una clamorosa falta de liderazgo y responsabilidad política en la gestión de esta crisis.

En lugar de tomar decisiones firmes y proponer soluciones viables, Rodríguez Badal prefiere seguir el argumentario dictado desde la calle Ferraz, el centro de poder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). No apoya y no ayuda, en contra de lo que cínicamente sostiene cuando dice que el Gobierno colabora con propuestas de modificación de la Ley de Extranjería. Acusa al PP de oponerse a esa modificación, a la que también se oponen otros partidos que son socios de Pedro Sánchez, como JuntsxCAT.

La actitud del delegado del Gobierno resulta especialmente preocupante si se tiene en cuenta que su papel debería ser el de garantizar una coordinación efectiva entre las distintas administraciones, con el objetivo de dar una respuesta rápida y contundente a una crisis que afecta de lleno a la estabilidad social y económica de Baleares.

Uno de los aspectos más graves de su actuación ha sido su uso del cargo como plataforma de oposición al Govern y los consells insulars. En lugar de actuar como un representante del Estado al servicio de los ciudadanos baleares, Rodríguez Badal ha dedicado gran parte de sus intervenciones públicas a criticar las políticas del ejecutivo autonómico del PP y a buscar culpables externos. Esta estrategia es ineficaz y demuestra su nula implicación en resolver esta grave crisis.

Los servicios públicos de Baleares se encuentran absolutamente saturados, y no es una exageración afirmar que la situación actual es insostenible. La llegada masiva de inmigrantes en embarcaciones precarias ha puesto en jaque los sistemas de acogida. Así lo vienen denunciando sindicatos de policía y asociaciones profesionales de guardias civiles. Falta personal, faltan medios y faltan instalaciones adecuadas para acoger dignamente a los recién llegados. El asunto de los menores no acompañados es de una gravedad extraordinaria, frente a la cual el Gobierno de Pedro Sánchez y más aún su delegado insular, Alfonso Rodríguez, prefieren la demagogia y la inacción, para desgastar al Govern de Marga Prohens y a los consells insulars, completamente desbordados.

Sin embargo, lejos de reconocer el problema y proponer medidas concretas para aliviar la presión sobre las instituciones, Rodríguez Badal ha optado por minimizar la crisis, repitiendo los mantras de su partido en Madrid. De esta manera, ha ignorado la petición de auxilio de los presidentes de consells insulars y del Govern balear, que deberían recibir apoyo directo desde su delegación.

Es precisamente en momentos de crisis cuando se pone a prueba la capacidad de liderazgo de los responsables políticos. Desafortunadamente, en el caso de Alfonso Rodríguez Badal, su gestión se caracteriza por el sectarismo más estéril, la indolencia, la falta de iniciativa y la ausencia de un plan coherente para hacer frente a la situación. Lejos de buscar soluciones que mitiguen el impacto de la migración irregular en Baleares, Rodríguez Badal ha permitido que la situación se deteriore, anteponiendo los intereses de su partido a las necesidades de Balears.

La crisis migratoria en Baleares es real y urgente. Requiere líderes que no se escuden en discursos políticos vacíos, sino que tomen decisiones audaces y responsables. Desgraciadamente, Alfonso Rodríguez Badal ha demostrado ser incapaz de estar a la altura de las circunstancias, y su falta de liderazgo está pasando factura a todos los ciudadanos de las islas.

Pero bien pensado, Alfonso Rodríguez no es más que un gestor torpe al que la ciudadanía expulsó del Ajuntament de Calvià y que el PSOE repescó en la Delegación del Gobierno, donde sigue las instrucciones de sus jefes gubernamentales, tan indolentes como él.

Mientras no sean capaces de mejorar la relación diplomática con Argelia, que ayer celebró sus elecciones presidenciales en las que previsiblemente renovará su mandato Abdelmadjid Tebboune, y no se pueda devolver a los inmigrantes irregulares al país desde el que salieron, la ruta argelina que hasta hace poco tiempo negaban, seguirá en auge y continuará la llegada de seres humanos engañados por las mafias. Y mientras tanto, Rodríguez Badal responsabilizando al PP.