Imagen de archivo de tres cruceros en Ibiza. | Arguiñe Escandón

El Consell d’Eivissa reclama a los cruceros que recalan en el puerto de Vila que apaguen los motores mientras estén atracados. Se dice como si fuera sencillo, como si sólo diciéndolo, el capitán de un buque de 290 metros de eslora y que transporta a tutiplén a 2.500 pasajeros, pudiese girar la llave del barco en el puente de mando, junto al timón, desconectar el encendido y dejar de emitir humos contaminantes y ruido. ¡Mira qué fácil! O aún mejor, estos enormes hoteles flotantes deberían ir equipados con el mismo sistema que los coches modernos, que cuando te paras en un semáforo se desconecta el motor hasta que pisas otra vez el embrague, que entonces arranca automáticamente. Eso es lo ideal y parece mentira que todas las grandes navieras del mundo no lo hayan instalado de serie en sus megacruceros y tengamos que venir nosotros a decirles que lo pongan ya, porque estamos encantados de recibirles en el puerto y de que hagan escala en Ibiza y se dejen su buen dinerito, pero que hagan el favor de molestar lo menos posible. Pero seguramente al Consell d’Eivissa, que tiene que estar en mil cosas y seguramente no dan abasto con todos los problemas que hay por resolver, pues se la habrá pasado que los cruceros y, en general, todos los barcos, cuando paras los motores, se quedan sin energía eléctrica. Y es que, además, se les habrá pasado que ni los ferris que enlazan la península con Baleares, a día de hoy, pueden apagar sus motores y conectarse a la red eléctrica. No es que los cruceros no apaguen los motores en Ibiza; es que no lo pueden hacer en ninguna parte del mundo. ¿Qué tal si le pedimos a la gente cosas que esté en su mano hacer? Es como si le pedimos al Consell, qué te digo yo, que proporcione un techo temporalmente en algún lugar digno a las familias afectadas por el desalojo de Can Rova. ¿Podría? Ni aunque quisiera, que no consta.