La sequía en las Pitiusas. | Moisés Copa

A pesar de los daños materiales y del susto que se llevó Xicu Costa con final feliz, la DANA ha sido un bálsamo para aquellos que observamos con alarma la sequía que asola nuestra isla y seca nuestros acuíferos. Ha ido algo más allá de la tradicional tormenta veraniega que suele haber en agosto, pero nos ha dado un respiro.

La situación es dramática. En julio nuestros acuíferos se situaron en un 32%, sin esperanzas de que esta cifra mejore en los próximos meses. Nuestros pozos se secan, mientras las villas y hoteles derrochan agua como si no hubiera un mañana. Las soluciones por parte de la administración son escasas y lentas. Hay muchas esperanzas puestas en el experimento que supondrá infiltrar agua desalada en un acuífero de Santa Eulalia, pero la construcción de una 4ª planta desaladora que cubra el consumo de los núcleos urbanos es ya una necesidad que no se puede demorar más. El proyecto todavía está en fase de utopía y convendría que la Dirección General de Recursos Hídricos lo tomara como una prioridad.

Lamentablemente, también contemplamos con pasividad como miles de toneladas de agua se derrochan por fugas en las redes públicas y privadas sin consecuencia alguna. Es inconcebible que nuestros agricultores se queden sin agua, mientras otros (administración incluida) son incapaces de reutilizar agua depurada y derrochan agua para regar jardines tropicales y llenar piscinas faraónicas.

Es necesario que Consell y Govern empiecen a controlar y poner límites al consumo de agua en el sector turístico, que se aumente la capacidad de desalar agua en Ibiza y se implemente el uso de agua del mar para nuevas piscinas. No bastan campañas de concienciación, estamos en una situación límite que no se debe a una sequía puntual, sino a una crisis estructural.