El nivel político de Formentera siempre fue paupérrimo, penoso y corrupto. Una sociedad, por pequeña que sea, que pone al frente de la res pública a personajes tan indignos y tan preocupados por lo suyo y tan despreocupados por lo de todos, como no sea para saquear hasta que no quede nada, está condenada a padecer las mayores desgracias que puedan imaginarse. Si Formentera ha orillado este destino implacable, fue a fuerza de victimizarse y de chantajear al Govern con su diputado en el Parlament, cualquiera que fuese su color político. Pero como prescribe la despiadada Ley de Murphy, si algo es susceptible de ir mal, irá mal; y si algo puede empeorar, sin duda empeorará. De tal modo que ahora la Pitiusa pequeña, tan pequeña en tamaño como el nivel ético de sus políticos y aún más de sus gobernantes, muestra al conjunto de la sociedad balear la auténtica ralea de aquellos que los ciudadanos pusieron a cuidar de las instituciones. Son zorros en el gallinero, pero a nadie parece importarle, porque la maquinaria política, institucional y mediática de la isla está engrasada para hacer que todo escándalo sea disimulado, para que nadie se entere de nada, allí donde, además, a nadie le interesa saber demasiado. Mejor vivir en la inopia, más fácil y menos arriesgado. En situaciones como esta se comprueba lo mala idea que fue convertir aquel ayuntamiento en Consell Insular. Jamás debió permitirse que Formentera se separase de Ibiza; pero en el pecado llevan la penitencia. En ese cenagal parasitado por políticos corruptos, la mentira y el engaño es el modus operandi. Alejandra Ferrer, de Gent per Formentera, pide que se declare formalmente la inviabilidad del Consell y se convoquen elecciones anticipadas. Una quimera. Mejor sería que se disuelva el Consell y vuelvan a ser gobernados desde Ibiza. Al menos así podrán culpar al vecino de sus miserias.