Leo en la competencia el titular «Un hombre de 64 años viaja a Ibiza solo con una muda de ropa para estar 24 horas de fiesta ininterrumpida». Mi primera reacción es de sorpresa: ¿tan mal estamos que el viaje de un casi jubilado a Ibiza es noticia? La segunda, de resignación. ¿Tan mala memoria tenemos? No hace tanto, en los 90, en los 2000, miles de británicos venían a la isla a pasar 24 horas dándolo todo mientras veían a una pareja tener sexo explícito sobre la cama de una megadiscoteca. Nos quejábamos porque estaban pocas horas y no gastaban. Ahora los convertimos en noticia. Y lloramos porque la isla es de hecho la Sodoma y Gomorra del siglo XXI.

Leo otro titular, este en mi periódico: «La última afición de los turistas en Ibiza: tirar grandes piedras desde los acantilados». Unos cuantos garrulos nacionales cogen una piedra enorme y la tiran al mar desde las alturas dando alaridos como mandriles. Vuelvo a pensar en que no tenemos memoria. En mis tiempos, la noticia era adivinar cuántos participantes en cualquier rave ilegal de las que se celebraban por la isla acabarían despeñados por un acantilado tras pensar que podían volar después de consumir vaya usted a saber qué sustancia.

Vivimos tiempos extraños. Nos hacemos mayores y nos sorprende que a los jóvenes les sorprendan cosas que en su día nos sorprendieron. Pero, oigan, hay cuestiones positivas. En estos veranos de hoy ya no se dan apenas noticias de colapsos por consumo de estupefacientes o de atropellos por el mismo motivo. Así que, como se suele decir, lo comido por lo servido. Somos, por desgracia, una isla de libertad mal entendida. Y eso no tiene ya mucho remedio porque no hay ni ganas ni valor.