Debe haber un antes y un después de Can Rova.

El discurso institucional del presidente del Consell d'Eivissa, Vicent Marí, pronunciado el 8 de agosto con motivo de la Diada d’Eivissa en el claustro del antiguo Ayuntamiento, fue del todo acertado. Puso el acento en los problemas más graves que atenazan a la sociedad ibicenca: el acceso a la vivienda, la proliferación de asentamientos e infraviviendas donde viven trabajadores y la llegada masiva de inmigrantes irregulares en pateras provenientes de Argelia.

Sin embargo, a pesar de la gravedad de los asuntos expuestos, el discurso se quedó en la superficie, destacando más por la exposición de un diagnóstico certero que por la prescripción de un tratamiento eficaz para tratar adecuadamente la patología que desde hace años amenaza el bienestar de los ciudadanos que residen en la isla.

La celebración de la festividad de San Ciriaco, patrón de Ibiza, de este año 2024 no debería ser recordada como una fecha más en el calendario. Era el momento oportuno para reflexionar colectivamente sobre las políticas que realmente importan a la gente. Después de cinco años al frente del Consell, Vicent Marí diagnosticó correctamente las dolencias que aquejan a la sociedad ibicenca, pero su tratamiento sigue siendo superficial y carente de eficacia. La crisis de acceso a la vivienda es, sin duda, el problema más grave que afecta a la isla, y aunque Marí ha señalado la necesidad de más medidas, su discurso no ofreció la profundidad ni la claridad necesarias para trazar un camino efectivo para resolverlo.

Marí puso el foco en la «avaricia de aquellas personas que intentan aprovecharse de una necesidad», algo que a menudo se obvia y que supone el gran mal que padece Ibiza. Y acertadamente destacó que quienes «sólo miran por su interés a costa de los demás, sobran en Ibiza». Pero no deja de ser un deseo bienintencionado que, hoy por hoy, parece una quimera. La sociedad ibicenca está atestada de personas egoístas y codiciosas cuya única prioridad es ganar duros a cuatro pesetas, aunque sea a costa del sufrimiento de sus vecinos. Sólo así se explica que se haya llegado a este nivel de degradación que hace que Ibiza sea noticia cada dos por tres, en casos vergonzosos que ninguna sociedad democrática, desarrollada, opulenta y próspera, puede considerar aceptables ni asumibles.

Está muy bien poner sobre la mesa los problemas, pero eso no es suficiente. Corresponde al presidente Vicent Marí liderar la acción política para implementar las políticas necesarias para acabar con las dificultades que amenazan el bienestar y el progreso de la ciudadanía ibicenca. Él está plenamente legitimado para tomar la iniciativa, coger las riendas y proponer soluciones innovadoras y valientes desde su propio ámbito competencial, por más que limitado e insuficiente. Suya es la responsabilidad de involucrar al resto de administraciones, locales, autonómica, estatal e incluso de la Unión Europea, para que, de forma coordinada y colaborativa, todos se impliquen en poner fin a este drama social que obliga a trabajadores asalariados a malvivir en infraviviendas.

La ciudadanía espera de sus gobernantes más que palabras; espera liderazgo, decisiones valientes y un compromiso real con la resolución de los problemas. Vicent Marí debe demostrar ese liderazgo para hacer frente a la crisis habitacional que amenaza con desmoronar el equilibrio social de Ibiza.

El desalojo del asentamiento de Can Rova debe servir de aldabonazo para que, entre todos, se fragüe un gran pacto social y político que permita sentar las bases para resolver el gravísimo problema de acceso a la vivienda en la isla.