El cinco y el ocho de agosto son los días troncales de las denominadas «Festes de Terra» en nuestra isla de Eivissa. El pasado jueves del presente mes de agosto fue el segundo de los dos días citados, en ese día se conmemora la conquista catalana de nuestra isla. Tradicionalmente el día de Sant Ciriac ha venido siendo una jornada de celebración y de participación popular en los principales eventos de la jornada.
Los dos grandes actos han sido siempre la popular «Berenada» a celebrar en la zona de Puig des Molins y llegada la medianoche el castillo de fuegos artificiales. Pero con el paso de los años mucho han cambiado estos actos en la celebración del ocho de agosto. La «Berenada» fue en su momento una verdadera celebración popular en la que participaba una importante cantidad de los residentes en Vila. Se reunían familias enteras y grupos de amigos que en las rocas cercanas al mar colocaban manteles y toallas, sobre los que se depositaban todas las viandas para la merienda, entre las que no podía faltar la popular sandia. El evento solía estar amenizado por la banda de música municipal, que encabezaba el pasacalle de regreso al núcleo urbano una vez finalizada la tarde. El otro evento clave en esta jornada festiva, lo encontramos en el castillo de fuegos artificiales.
Como he dicho, en ambos casos se han producido muchos cambios. De los dos, es la «Berenada» la más afectada, ya que la participación de la población en la misma está muy lejos de reunir a la cantidad de gente que concentraba hace algunos años. En cuanto al castillo de fuegos artificiales, los cambios vienen marcados por la variación en cuanto al punto desde donde se lanzan y con el disfrute de los mismos por parte de cientos y cientos de turistas que nos visitan este mes del año.
Pero además de estos dos eventos, quiero resaltar un acto más modesto, pero no por ello menos reseñable; me refiero al discurso de la máxima autoridad insular que tiene lugar ese mismo día y que suele utilizarse para resaltar determinadas reivindicaciones directamente relacionadas con nuestra isla. Se suelen resaltar las capacidades que tiene Eivissa, reclamando de quienes tienen las competencias que hagan todo lo necesario para poder desarrollarlas con efectividad y con el mayor grado de autonomía insular posible.
Por cuestiones de oportunidad política, esa idea de reivindicación parece que se va aparcando y ese discurso del ocho de agosto ha perdido el sentido que tuvo en su momento. Eso suele ser así especialmente, cuando el gobierno insular es de distinto color políticos del autonómico y del estatal. Si esa coincidencia de color político no existe, podemos ver como desde la máxima autoridad ibicenca se reclama con entusiasmo y vehemencia tanto al gobierno de Palma, como al de Madrid; ahora bien, no ocurre lo mismo cuando alguno de esos ejecutivos que están por encima del insular, son del mismo color o partido político que el nuestro.
En este último caso todo cambia y la vehemencia en la reivindicación se aparca, pasando de vehemente a condescendiente. Se busca la fórmula para no poner en un compromiso a nuestros superiores, por muy urgente que sea la necesidad de intervención de estos o por antigua y justa que sea la reclamación de que se trate. Y no se trata de color político, ya que tanto en la derecha como en la izquierda se suele actuar exactamente igual.
El discurso de este año ha sido una decepción más. Ya se han quedado en el olvido reivindicaciones tradicionales que siguen sin resolverse; sigue siendo una vergüenza y un agravio comparativo lo que el Govern Balear invierte en el transporte terrestre en Eivissa y ya no se habla de la gestión integral desde nuestra isla del ciclo del agua. Del mismo modo sigue aparcado y sin visos de que se vaya a afrontar en breve, un tema tan importante como es la representatividad que tenemos en el Parlament.
Son solo tres ejemplos de lo que no se atreven a plantear desde Eivissa a las autoridades en Palma, no sea que nuestros superiores se vayan a molestar por reclamar el grado de competencia y de justicia que nos corresponde. Son temas de los que no se quiere hablar por lo incómodos que pueden ser, a pesar de lo necesarios que sean para nosotros.
En lugar de eso les parece más apropiado volver a plantear obviedades, haciendo referencia a lo mismo de todos los días, con el agravante que de nuevo se sigue planteando la gravedad de esos problemas, la vivienda, la piratería, la masificación, el aeropuerto, los asentamientos ilegales; pero en ningún caso se aporta solución alguna. Solo con discursos y sin un trabajo serio y real, no cabe ser muy optimista de cara al futuro.
La defensa de los derechos que tenemos y nos merecemos como isla, ha de ser real gobierne quien gobierne. Los problemas se resuelven con trabajo, pero no olvidemos reivindicar lo nuestro.