Ni siquiera escaparon discretamente o corriendo a toda pastilla, que es lo habitual a la hora de no pagar la cuenta. Los protagonistas del simpa más espectacular de lo que llevamos de tórrido verano sencillamente alegaron que, quien les convidaba, se había ido a la francesa.
Eso me recuerda al italiano que viajaba en su avión particular de Milán a Malindi. Invitaba a unos cuantos incautos y luego les exigía el pago de la gasolina. Realmente hay que tener cuidado con quién te embarcas o sientas en la mesa.
Pero trece mil pavos entre seis personas, un británico acompañado de griegas, argentinas y polacas, además de parecer una ONU de la estafa, da buena imagen del cosmopolitismo ibicenco y los sablazos que se estilan en mucho garito isleño.
Ignoro lo que bebieron, pues hay botellas de vino que cuestan eso y mucho más, pero normalmente el restaurador tiene cierto cuidado a quién se las vende. En las macrodiscotecas isleñas, por ejemplo, a los clientes que no conocen exigen la tarjeta de crédito por adelantado. En algunos restoráns hacen lo mismo de manera más sutil, pero en éste en cuestión se fiaron de la comitiva simpa. Y eso que en la foto de los detenidos tampoco se les ve con lo que se dice buena pinta. Cosas del dinero actual, en que tanto millonario acostumbra a vestir a la moda proletaria firmada por modistos grunge, tienen poca idea del comer o beber –por eso se guían solo por los precios— y, además de mostrar un hambre de varias generaciones y sed de cosacos, destilan maneras de sátrapa entre el servicio