Antonio Lorenzo. | R.I. - Archivo

Cada año, por estas fechas, miles de personas de todo el mundo visitan Ibiza. Cada uno por lo que sea, las motivaciones son múltiples y cada cual tiene la suya. Unos se hospedan en hoteles, otros alquilan una casa payesa, y no pocos se alojan en casas de amigos y familiares. Unos buscan salir de fiesta, otros cocerse al sol, otros navegar… El verano y la condición de isla de Ibiza funcionan como un potente imán, lo que hace que no falte el trabajo y con él, la posibilidad de ganar dinero e incluso de ahorrar para el invierno. Año tras año, las carreteras se llenan de vehículos, las playas y calas aparecen atestadas de turistas y los residentes se topan con la cruda realidad de que las infraestructuras y los recursos naturales parecen no poder soportar tanta población flotante. Sin embargo, hay quien quiere hacernos creer que esto sólo sucede si gobierna el PP, porque cuando la izquierda gobernó en Sant Antoni no había fiestas ilegales, ni africanos vendiendo gas de la risa en ses Variades, ni peleas de borrachos a la salida de las discotecas, ni gente meando en la calle. Dice Antonio Lorenzo, el aspirante socialista a alcalde al que la policía local pilló conduciendo borracho, que Marcos Serra «ha convertido Sant Antoni en un parque de atracciones de excesos, ruido y descontrol». No como cuando el alcalde fue Pep Tur ‘Cires’, que el pueblo era un remanso de paz y tranquilidad, donde no había la menor molestia ocasionada por los turistas, que venían a Ibiza igual que vienen ahora, solo que con bastante menos dinero en los bolsillos. Dicen los socialistas que no hay proyecto definido y de futuro en Sant Antoni, pero se guardan mucho de explicar cuál sería el suyo. Es porque no tienen y lo único que hacen es criticar, que es fácil. De hecho, es lo único para lo que Lorenzo ha demostrado tener cualidades. Para gobernar, ninguna.