Si algo está haciendo Llorenç Córdoba especialmente doloroso es mancillar la imagen del Consell de Formentera y, sobre todo, dar la razón a aquellos que, antes de su creación, tenían claro que los formenterenses no estaban capacitados para el autogobierno. Tirando de recuerdos, hay que desmontar leyendas como la de que fue la izquierda la que logró que Formentera tuviera un Consell propio. Una creencia que les lleva a pensar que solo ellos tienen, pues, derecho a gobernar, sea cual sea el precio.

El Consell de Formentera nace en una reunión que mantienen el entonces presidente del Govern, Jaume Matas; el entonces presidente del Consell Insular d’Eivissa i Formentera, Pere Palau; y el entonces conseller autonómico y presidente del PP pitiuso, Josep Juan Cardona. Es este último el que pone sobre la mesa de un Matas inmerso en la reforma del Estatut que ha llegado el momento de que Formentera se independice de Ibiza y cuente con su propio autogobierno. A cambio, ibicencos y formenterenses apoyarían la pretensión de Mallorca de que dejaran de votarse por islas en el Parlament las cuestiones importantes. Matas aceptó la propuesta, que conllevaba también transferir a las instituciones insulares un mayor número de competencias. El presidente, no obstante, tuvo que imponerse a todos aquellos que, en privado, le advertían de que no era buena idea que Formentera tuviera su propio Consell.

Costó muchísimo romper con esa imagen de irresponsabilidad de los políticos formenterenses. Costó muchísimo creer que Formentera había alcanzado la mayoría de edad y tenía capacidad más que suficiente para autogobernarse. Llorenç Córdoba no solo se ha cargado el Gobierno de Sa Unió. Ha reventado el Consell, su credibilidad, su imagen, su seriedad. Y solo por eso merece el desprecio de todos en la isla. Si fuera medio decente, cogería el portante y saldría de la institución callado y sin mirar atrás.