Llorenç Córdoba. | Daniel Espinosa

Hace justo una semana que Llorenç Córdoba dijo no estar dispuesto a aceptar el chantaje planteado por los consellers de Sa Unió que dimitieron de sus cargos en el equipo de desgobierno que aquel preside (es un decir). «Mal presidente sería yo si cediera a estos chantajes», dijo entonces. Y les exigió que entregaran su acta de consellers para que pudieran ser sustituidos por otros miembros de la coalición que se presten a ser sus marionetas, acusándolos de «secuestrar» el Consell de Formentera. «Están presionando y han cogido al Consell como rehén», lamentó, después de decir en Ràdio Illa que «con terroristas no se negocia». Siete días después y ante la amenaza de una moción de censura impulsada por Gent per Formentera, el mariscal recula y pide «dejarnos de personalismos y gobernar para una ciudadanía que ha votado un cambio a la derecha». El chulo de piscina que se negaba en redondo a readmitir en el gobierno insular al expresidente del PP de Formentera, José Manuel Alcaraz, y que denunciaba que los consellers de Sa Unió se encuentran en manos de «algún empresario importante de la isla», que sería, según él, el responsable de la actual situación, ahora se muestra condescendiente y dispuesto a lo que sea, en tal de seguir siendo el indigno presidente que es. Lo que sea y como sea, en tal de cobrar un mes más su abultada nómina. ¡Cuán desesperado tiene que estar! ¡Qué mal debe ver su futuro para dar su brazo a torcer y aceptar el chantaje de los terroristas de Sa Unió! Sucede que el tiempo de acordar algo con Córdoba ya ha pasado. Si ahora dice querer pactar es únicamente para seguir en la presidencia del Consell, para hacer lo mismo que hasta ahora. Negóciese la moción de censura, que muerto el perro se acabó la rabia. Y Córdoba sabe más que nosotros de perros y rabia. Que gobierne quien sea, pero acaben con este vodevil de una vez.