Como era previsible y además suele ser lo habitual, la llegada de un equipo de gobierno nuevo a un ayuntamiento, sobre todo si es de distinto color político al del anterior, suele provocar lo que podríamos definir como una especie de vigorexia de gestión. El primer año siempre se caracteriza por dos detalles fácilmente visibles y detectables. En primer lugar, todo lo que se pueda mejorar con el presupuesto disponible en ese momento se materializa con celeridad. En segundo lugar, se suele proceder a realizar todos aquellos estudios previos que puedan resultar necesarios para afrontar cambios de mucho más calado. En ambos casos, lo que se persigue es demostrar que hay intención de realizar importantes cambios y que quiere hacerse con rapidez.
A pesar de ser esta una actitud perfectamente previsible y esperable siempre llega el momento en el que hay que empezar a demostrar una efectividad real en la gestión ya que no basta con el impulso inicial. El mérito real y visible de un cambio se tiene que ir viendo una vez superado ese primer año de impulso. Además, si como ocurrió en las últimas elecciones locales el partido que las gana lo hace con una holgadísima mayoría absoluta, que le permite trabajar sin el menor contratiempo político, hace que la expectativa que en su momento se creó sea mucho más elevada.
Y eso es precisamente lo que ocurrió en el municipio de Vila, el más poblado de la isla y al mismo tiempo el de superficie territorial más reducida. Con 15 concejales, el PP ganador de esas elecciones tiene dos por encima de la mayoría absoluta, lo que le permite una total libertad a la hora de gestionar y tomar decisiones de gobierno. Por ello, la expectativa que se creó fue realmente importante.
Pues bien, superado ya el primer año de gobierno, empiezan a aparecer los primeros obstáculos o dificultades a la hora de poner en práctica todos los compromisos adquiridos durante la campaña electoral. Esas dos primeras dificultades giran en torno a la seguridad ciudadana y la ejecución de obras públicas. Ambas cuestiones fueron objeto de constantes y viscerales críticas por parte de la entonces oposición, dirigidas al por entonces alcalde Ruiz al frente de un gobierno municipal progresista.
En el tema de seguridad, empiezan a brotar los casos denunciados por los vecinos y comerciantes de diversas zonas del municipio. El primero que se conoció fue el de los problemas que un reducido número de personas altamente conflictivas venían provocando en la zona de la Plaza del Parque. Los altercados con clientes de los diversos establecimientos de dicha plaza, las desagradables escenas de algunas personas tiradas en el suelo consumiendo sustancias ilegales o las molestias y el acoso a empleados de los locales de la zona saltaron al primer plano de las noticias no hace mucho.
Siguiendo con el mismo tema y más recientemente, se han conocido nuevos casos de inseguridad ciudadana en la zona del puerto. Aquí también se han denunciado diversos altercados que de alguna forma tienen atemorizados a los comerciantes del barrio, ya que incluso se ha llegado a producir alguna agresión física. La preocupación expresada por diversos comerciantes que han sido víctimas de ciertos energúmenos es más que comprensible. No solo peligra su propia integridad, ya que también se puede llegar a poner en grave riesgo la viabilidad de unos negocios en una de las zonas más visitadas de la isla durante la temporada de verano.
En el caso de la ejecución de obras, la piedra en el zapato del alcalde Triguero, es el proyecto de reforma de la calle Pere Francès. A pesar de que se haya intentado desviar en cierto modo la atención a las quejas de los comerciantes de la zona con el argumento peregrino de que se trata de un proyecto que redactó y adjudicó el anterior equipo de gobierno, lo cierto es que ha sido el actual quien lo puso en marcha; incluso recuerdo que en el momento de hacerlo, se anunció a bombo y platillo la decisión de ejecutarlo por tramos a efectos de no provocar las molestias que otros proyectos anteriores y en otras zonas habían provocado a su entorno. Lo cierto es que la temporada está empezada, los visitantes están llenando los establecimientos turísticos de la isla, las obras siguen en marcha y las molestias y los problemas están a la orden del día. El escenario es poco halagüeño.
Sin duda, la realidad de gestionar y gobernar es mucho más complicada que la labor de criticar al que gobierna. Por ello cabe esperar que todas estas situaciones sirvan para que quien gestiona actualmente se ponga las pilas y corrija estas situaciones desde el principio con la finalidad de evitar que se repitan o enquisten. Por otro lado, también cabría esperar de la oposición que públicamente se le viera actuando con actitud mucho más firme si realmente se quiere demostrar que está dispuesta a trabajar por recuperarse del varapalo de las últimas elecciones municipales. De momento, poca capacidad de reacción se intuye en quien resultó vencido.